Esperpento e Historia en  ¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas?

Manuel Aznar Soler

Taller d'Investigacions Valleinclanianes
Universitat Autònoma de Barcelona
Artículo publicado en Valle-Inclán y su obra. Actas del Primer Congreso Internacional sobre Valle-Inclán y su obra (Bellaterra, 16- 20 de noviembre de 1992), Aznar Soler, Manuel  y  Rodríguez, Manuel (ed.), Cop d'idees. T.I.V., 1995, pp. 565-578


¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas? es un esperpento teatral muy breve que Valle-Inclán publicó en el semanario España [1]. Se ha venido editando hasta la fecha como apéndice de Martes de carnaval en la colección Austral, pero ha sido excluido, lógicamente, de la edición crítica preparada en 1990 por Ricardo Senabre para la nueva colección de Clásicos Castellanos. Por otra parte, ha merecido una muy exigua atención crítica: José Manuel Blecua lo editó en 1966 [2]; Hormigón le dedicó una breve referencia en su libro de 1972, considerándolo ejemplo del teatro de agit-prop [3]; Monique Martínez realizó en 1987 una «aproximación semiológica» al mismo [4] y, por último, el mejor estudio hasta la fecha de este «esperpentillo olvidado» se debe a un crítico valleinclaniano tan cualificado como Rodolfo Cardona [5]. Un «esperpentillo» cuya extrema brevedad y máxima simplicidad estructural -en donde «no hay acción, sólo juego verbal» [6]- no es incompatible con una notable riqueza de los elementos estéticos y temáticos que caracterizan al esperpento. Porque ciertamente, como afirma el propio Cardona, «esta pequeña pieza" teatral "encierra en sí todos los elementos fundamentales del esperpento, el primero de los cuales es estar inmerso en la historia» [7], y en donde además -lo cual es estéticamente más relevante-, «lo grotesco actúa como elemento degradador de la historia oficial» [8].

l.- Génesis

Un acontecimiento histórico de la más estricta actualidad, como el asesinato el 24 de junio de 1922 del político alemán Walter Rathenau, constituye el material sobre el que Valle-Inclán construye su esperpento. Una vez más, por tanto, la Historia reciente proporciona al dramaturgo la génesis de su creación. El asesinato de Rathenau se relaciona aquí con el de Eduardo Dato, ocurrido el 8 de marzo de 1921, vinculación de la que se deriva su irónico título [9]. En efecto, desde su grotesco patrioterismo españolista, don Herculano Cacodoro, el protagonista de este esperpento, está convencido de que los asesinos alemanes de Rathenau, a diferencia de los criminales que han atentado recientemente contra un general inglés, han imitado la técnica hurdana de los asesinos españoles de Dato («Parece un plagio», dirá el adulador don Serenín), razón por la que se pregunta: «¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas?» [10].

Pero, a través de un procedimiento habitual en Valle-Inclán que también utilizó, por ejemplo, en La hija del capitán (1927) al fundir en la ficción y con-fundir en una misma situación dramática el crimen histórico del capitán Manuel Sánchez en 1913 con el golpe de Estado protagonizado el 13 de septiembre de 1923 por el general Primo de Rivera, también en la génesis de ¿Para cuándo? cabe constatar la influencia decisiva de Las columnas de Hércules, publicada por Luis Araquistain en 1921. Uno de los personajes de esta «farsa novelesca» se llama precisamente Herculano Cacodoro y constituye, sin duda alguna, la fuente del personaje valleinclaniano. Se impone, por tanto, una breve referencia a la relación entre Araquistain y Valle-Inclán y un sintético análisis de esta «farsa novelesca».

Valle-Inclán y Araquistain

De la relación entre Valle-Inclán y Araquistain nos interesa documentar, ante todo, su mutua vinculación a España. Ortega y Gasset, su fundador, dirigió este importante semanario desde su número inicial (19-enero-1915) hasta el 54 (3-febrero-1916), mientras que Araquistain hizo lo propio desde el número 55 (10-febrero-1916) al 350 (3-diciembre-1922) y, por su parte, Manuel Azaña fue su tercer y último director desde el número 351 (6-enero-1923) al 415 y último, fechado el 29 de marzo de 1924. Recordemos que Valle-Inclán colaboró con cierta asiduidad en España y que en este semanario, por ejemplo, apareció por entregas la primera versión de Luces de bohemia [11]. Amigos y contertulios -Artemio Precioso alude a que en febrero de 1922 «el ilustre Valle se reúne en el Regina con Araquistain, Azaña y otros ingenios» [12]-, ambos escritores firmaron en 1915 el manifiesto aliadófilo [13] y, en unos versos de su soneto «Italia en 1920», Araquistain se tomó la licencia poética de nombrar a Valle-Inclán como «el primer bolchevique, / y el último cristiano» [14]. En 1922 ambos están en la cumbre de su fama y prueba contundente de ella son los homenajes que se les tributan: en enero de 1922 Valle-Inclán envía desde Villagarcía un telegrama «en honor de Luis Araquistain» [15], mientras que tres mes después, en abril, sucede a la inversa [16]. En mayo, tras una mención sumamente elogiosa del escritor en el capítulo XI («Recuerdo de Linos, maestro de Hércules») de Las columnas de Hércules [17], aparece en Cosmópolis, «revista mensual de literatura y crítica», un artículo de Araquistain que resulta de nuevo extremadamente positivo para Valle-Inclán:

Es uno de los escritores españoles de mayor futuridad. Como Azorín, Valle-Inclán es un ardiente panegirista de la revolución rusa.


(...) Este aparente cambio de actitud ante la Historia se repite en su actitud ante la literatura. Una realidad mezquina le llevó a crear en sus libros una realidad abstracta. Pero la realidad ha dejado de ser mezquina en el mundo, y del mismo modo que la realidad rusa de hoy, está en la realidad imaginativa de sus grandes escritores. Valle-Inclán se preocupa ahora de percibir la emocionante España de mañana en el tema literario, que es su última evolución, de la España convulsa de los campos andaluces y las fábricas catalanas.

(...) Es el más inquieto de los escritores españoles actuales. Mientras unos descansan, fatigados o desorientados por el gran aluvión fecundante de la literatura rusa, y otros se mercantilizan, y otros dan fastidiosamente vueltas a la noria vacía de su espíritu, y otros, los jóvenes, se entretienen en triviales ensayos de forma, Valle-Inclán siente como pocos la profunda emoción de humanidad de este momento de transición histórica. Realizará o no estas aspiraciones nuevas de su perpetua juventud; pero el deseo y la movilidad espiritual le salvan, y si la fortuna nos diera para este hombre singular un Boswell paciente y concienzudo, las letras españolas tendrían en la biografía de Valle-Inclán un fecundísimo tratado de nueva estética literaria [18].


 

Las columnas de Hércules, de Luis Araquistain

En esta «farsa novelesca» Araquistain satiriza la «renovación del mito herculino en España, simbolizado en un periódico moderno» [19] y, a través del punto de vista narrativo de Modesto Escudero, refleja una realidad española profundamente degradada (prensa, literatura, política), que tiene cierta semejanza con la de Luces de bohemia y en la que el escritor socialista no deja títere con cabeza.

Don Herculano Cacodoro, un napolitano hijo de un garibaldino desilusionado, es un hombre de vida azarosa y viajera (España, América, Francia). Creador de las Píldoras Herculinas, «unas fraudulentas píldoras contra la impotencia» [20], decide instalarse en Madrid [21] y, puesto que es un hombre ignorante que no ha leído nada ni sabe escribir, pone un anuncio en la prensa para solicitar la ayuda de un periodista que le asesore en la fundación de un periódico, mera plataforma publicitaria para su negocio. A ese anuncio responde Escudero y la conversación fundacional entre ambos adquiere una solemnidad grotesca: «Don Herculano: los destinos de la patria se están decidiendo en esta sencilla conversación nuestra y en este histórico instante» [22]. El propio nombre de Herculano deriva de Hércules, en este caso el nuevo periódico, cuyas columnas sueña el idealista Escudero como las columnas de Hércules de la regeneración española, «aunque el apellido Cacodoro, Caco de Oro, indique una contradicción o extraña alianza» [23]. Escudero, defensor de un distanciamiento demiúrgico del periodista en relación con la realidad [24], convence a don Herculano, organiza la redacción de El Orden y prepara la salida del periódico. Además, resuelve «consagrar las tardes a la educación ambiente de don Herculano» [25] y así, en los capítulos X y XI, Araquistain se complace en revelar la degradación de la política española -lo que Serapio Avecilla denomina el espectáculo de «la farsa parlamentaria» [26]- y en valorar, a través del librero alemán Müller, a los principales escritores de nuestra literatura, Valle-Inclán inclusive [27]. La línea sensacionalista de El Orden [28] provoca un crecimiento espectacular de su tirada y en torno a este «cuarto poder» [29] se conforma un turbio entramado de intereses políticos y mercantiles que, según un plan tan criminal como corrupto que cuenta con la complicidad del patriota alemán y hombre de negocios Schwarzthaler, acaban por conducir al diputado Bonifacio Gacela a la presidencia del Consejo de Ministros y al ignorante de don Herculano Cacodoro a ser nombrado por su socio nada menos que nuevo Ministro de Instrucción Pública. El irrestible ascenso de estos dos héroes grotescos, la destrucción de su utopía regeneracionista [30] y la repulsión y el asco por el encanallamiento de la vida española determinan a Escudero a publicar por sorpresa en El Orden un artículo titulado «Confesión obligada», en donde denuncia «la ilegalidad inmediata que va a cometerse y la criminal confabulación que se viene tramando» [31]. La revelación de los propósitos de El Orden y el desenmascaramiento de la verda­dera naturaleza de los presuntos héroes van a provocar la renuncia de Gacela, la muerte por un ataque de apoplejía de don Herculano y la quema por parte de una muchedumbre airada del edificio del periódico.

Pero nos interesa precisar, ante todo, los elementos que Valle-Inclán toma prestados de Las columnas de Hércules para construir su esperpento. En este sentido, el personaje de Herculano Cacodoro es idéntico al de Araquistain no sólo por su nombre sino también por su caracterización: un director de periódico ignorante, que desprecia a los intelectuales [32]; que tiene una querida [33]; que carece de ideas y que sólo se mueve por afán de lucro y de poder político. Por ello no duda en supeditar la verdad de El Orden a los intereses políticos de Gacela. Ambos son germanófilos, comparten el mismo odio por Francia [34] y, para realizar su grotesco y megalómano plan de instaurar una dictadura política (Gacela) y una dictadura periodística (Cacodoro), no dudan en invocar la ayuda del alemán Schwarzthaler [35] y en apelar al patriotismo [36] y demás presuntos valores sublimes [37], que les sirven para enmascarar, tras esa noble y luminosa verborrea retórica, la verdadera naturaleza de sus oscuros propósitos. Y si Valle-Inclán convierte a su personaje esperpéntico en director de El Abanderado de las Hurdes, en Las columnas de Hércules también se alude a esa comarca extremeña, símbolo entonces de la miseria, atraso y subdesarrollo de la España profunda [38]. Finalmente, el don Serenín valleinclaniano se inspira en el periodista Pedro Negrete [39] de esta «farsa novelesca», caracterizado como una pluma mercenaria [40] al servicio del poder político y de los intereses mercantiles de la empresa [41], esto es, de la corrupción y amoralismo [42] que representa El Orden.

2.- Estructura oximorónica

El esperpento, síntesis dialéctica de la farsa y la tragedia según Ruiz Ramón [43], expresa a través de una estructura oximorónica la visión oximorónica que Valle-Inclán tiene de la realidad [44]. Ello se logra mediante una técnica que, en este caso, se sirve del contraste estructural entre la rotunda grandilocuencia de las divinas palabras de don Herculano en su diálogo con don Serenín y las ñoñas y ridículas que dirige al final a su amante:

¿Estás sola? ¿Te veré esta noche? ¿Por qué me martirizas, cielito lindo? [45]

Don Herculano, «tan férreo y ordenancista, se deshace en mieles» [46] y, ante los ojos del espectador o del lector, se revela así finalmente como un títere teatralero y jactancioso, un fantoche radicalmente inauténtico que declama su verborrea patriotera y cristiana, pero que, al escuchar esa voz femenina, «se derrite» [47] con la fragilidad sentimentaloide y sensiblera del muñeco grotesco que en realidad es. De nuevo se produce aquí, como en el caso del General en La hija del capitán, la revelación de «una clarísima contradicción entre lo que expresan los personajes y su comportamiento» [48], de un contraste entre las virtudes públicas y los vicios privados del personaje. Una técnica estructural que degrada, ante los ojos del espectador o del lector, la presunta condición sublime de sus divinas palabras y de sus heroicas acciones:

Suena el teléfono. Don Serenín sonríe levemente y se retira. Don Herculano requiere el auricular, y con él puesto en la oreja espera que desaparezca el jefe de Redacción (íd: 9).

Valle-Inclán denuncia así, con eficacia dramática y sin intromisiones explícitas, la doble moral característica de nuestra cristiana e hipócrita burguesía.

Esta técnica de contraste estructural para lograr la desvalorización del personaje se consigue también mediante el lenguaje. Así, entre la catarata verbal de tópicos sonoros y grandilocuentes que cacarea don Herculano Cacodoro en el registro «finústico» del más rancio patrioterismo hispánico -un patrioterismo que no es para Valle-Inclán sino la deformación grotesca del patriotismo-, la técnica de contraste impone la presencia de un léxico vulgar y de unos argumentos chabacanos que vienen a evidenciar la ramplonería ética y estética del personaje. De ahí que, a la afirmación de don Serenín de que «Alemania es el crisol de la cultura», ese grotesco personaje que Valle-Inclán quiere y consigue que sea don Herculano replique con unas palabras que degradan a ras de la más estricta vulgaridad su retórica grandilocuente:

No hay quien le eche la pata. En la actualidad su técnica no tiene rival. Hablan algunos de que sus mujeres son chatas. ¡Tonterías! ¡Hay chatas que dan el ole! (íd: 8).
3.- Don Herculano Cacodoro, hurdano y germanófilo

El propio nombre de don Herculano Cacodoro -síntesis grotesca de lo sublime y lo ridículo-, coincide exactamente, como antes vimos, con el de uno de los personajes de Las columnas de Hércules, una «farsa novelesca» que Luis Araquistain publicó el año anterior. Este dato me parece sumamente revelador de la estricta coetaneidad política y literaria del esperpento y, en concreto, de ¿Para cuándo?.

El espacio escénico se sitúa en «el despacho de don Herculano Cacodoro en la Redacción de El Abanderado de las Hurdes» (8), un espacio que caracteriza tanto su incultura y sensibilidad chabacana («Estantería con ramplonas encuadernaciones catalanas»), como su patrioterismo vulgar: «Paredes patrióticas listadas de azafrán y pimentón» (8). Porque El Abanderado de las Hurdes es, sin duda, un diario populista y ramplón, abanderado del españolismo más reaccionario, que, como la decoración del despacho de su director, debe publicar también «retratos de celebridades: políticos, cupletistas y toreros» (8). Y es el abanderado de las Hurdes, esto es, de una comarca extremeña que, por entonces, era una de las zonas más subdesarrolladas de España -recordemos Tierra sin pan, el documental filmado por Luis Buñuel en 1932. Las Hurdes tienen, por tanto, un valor metonímico y representan el aislamiento y el atraso de toda España. Pero, además, no debe olvidarse que esta comarca acababa de ser visitada en junio de 1922 por el propio rey Alfonso XIII «con motivo del primer camino que se abrió para establecer una conexión con el resto de España» [49], visita de la que se publicó una amplia información y documentación gráfica en la prensa del momentos [50]. Cardona, quien nos recuerda la existencia de un tipo humano creado por la deficiente alimentación y los matrimonios consanguíneos, el llamado «cretino de las Hurdes» [51], establece la siguiente ecuación valleinclaniana: «España es a Europa lo que las Hurdes son al resto de España» [52]. El Abanderado de las Hurdes es, por tanto, otro ejemplo valleinclaniano más de esa literatura populista y chabacana que alimenta la ideología y la sensibilidad del pueblo español y contra la que don Estrafalario se había pronunciado tan enérgicamente un año antes en el prólogo y en el epílogo de Los cuernos de don Friolera. Pero El Abanderado de las Hurdes es también, como El Popular en la escena séptima de Luces de bohemia o EL Orden en Las columnas de Hércules, otra prueba de la corrupción y servidumbre de la prensa a la política. Porque don Herculano es el director de un periódico que representa los intereses de la España conservadora, en cuyo libro de honor «los pocos que saben firmar han dejado su autógrafo. El de don Antonio Maura tiene una cruz» (íd: 8). Valle-Inclán, en su irrisión de la incultura de esa España conservadora, dispara directamente al corazón del político coetáneo que mejor la simboliza.

Don Herculano, «el primer hurdano» (íd: 8), es también para Valle-Inclán, por tanto, el primer «cretino» español, políticamente maurista pero profundamente germanófilo, admiración de la que es indicio, en la acotación inicial, ese casco prusiano que se encuentra en su despacho:

Sobre un casco prusiano con golpes de latón, destellan dos sables virginales (íd: 8).

Naturalmente, prusianismo de latón que revela la presencia de esos «dos sables virginales», es decir, que convierte su retórica grandilocuente en puros cacareos. Porque don Herculano Cacodoro, símbolo del germanófilo español, no pasa de ser un grotesco prusiano de latón y de salón, un personaje que se caracteriza, ante todo, por su jactanciosa autocomplacencia. Así, tras llamar militarmente a su jefe de redacción («tres llamadas y un repique. El toque de botasillas para don Serenín»), este títere teatralero «enciende todas las luces, se mira en el espejo de una jardinera, se escupe pulcramente en los dedos y se atusa el bigotejo pintado» [53], máscara, gestualidad y movimiento escénico con que inicia la puesta en escena de su idea "colosal", que confiesa a su subordinado de una manera tan solemne como ridícula:

Ya sabe usted que he sido toda mi vida un adorador de Alemania. Conozco su organización perfecta, admiro las virtudes de ese gran pueblo, y le manifiesto a usted sinceramente que de no de ser hurdano quisiera ser alemán (íd: 8).

Lógicamente, lamenta la victoria aliada durante la primera guerra mundial («¡Acaso no hubieran ganado la guerra los Aliados!») y, al tiempo que le reprocha al Káiser que no siguiera sus consejos, se congratula ahora de que el propio Guillermo II, emperador de Alemania, -que se vio obligado a abandonar el trono en 1918, tras acabar la guerra-, reconozca su lucidez:

Ahora lamenta no haberme escuchado. Sé que lo lamenta. "Armando Guerra" me ha referido una conversación que tuvo con el Emperador. ¡Me llama el primer hurdano! [54]

Pues bien, este «primer hurdano» que es don Herculano, ha tenido -como siempre, según él mismo dice-, una tan brillante como grotesca idea: la de que el pueblo alemán nos copia. Él se confiesa «un político de la derecha, un pensador de la derecha, un patriota de la derecha» (íd: 8), pero ante todo se siente español, ejemplo perfecto para Valle-Inclán de patriotero, capaz inclusive de reconocer la perfecta técnica desarrollada por los asesinos españoles de Dato:

Amigo don Serenín, el ser de la derecha no me pone una venda en los ojos. Antes que personaje de la derecha soy español, y reconozco que han desplegado una técnica muy perfeccionada los canallas que asesinaron al pobre don Eduardo. Alemania noblemente acaba de reconocerlo en el asesinato de Rathenau. La actitud alemana adoptando para el asesinato de sus grandes hombres la técnica hurdana, nos fuerza a un acto de agradecimiento (8).

La técnica hurdana es, por tanto, la aportación «científica» de España a la cultura alemana, una cultura que pronto el nazismo escribiría con k.

Don Herculano Cacodoro valora la personalidad política de Walter Rathenau, militante del partido demócrata alemán y ministro de Relaciones Exteriores del Reich cuando fue asesinado, desde la mentalidad reaccionaria de cualquier miembro del partido alemán nacional popular (Deutschnationale Volkspartei) o del partido popular alemán (Deutsche Volkspartei) [55], es decir, como «un político traidor al ideal germánico, y simpatizante con las ideas bolcheviques» (íd: 9). Por contra, «el pobre don Eduardo» Dato era «uno de los políticos más austeros» (íd: 9) y sus asesinos, por tanto, unos vulgares «canallas» (íd: 8). Se consuma así el maniqueísmo político y la doble moral de don Herculano:

Mientras aquí la invención, el ingenio, la técnica se aplican al mal, y se priva de la vida a uno de los políticos más austeros, el pueblo crisol de la cultura nos copia para exterminar a un político traidor al ideal germánico, y simpatizante con las ideas bolcheviques (9).

Don Herculano odia, claro está, a «los bolcheviques» -«esa gentuza» (íd: 8), según se apresura a apostillar el servil don Serenín-, y, en consecuencia, no se explica «cómo pacta con ellos Alemania», alusión al Tratado de Rapallo [56]. Don Herculano es un germanófilo español -como los conservadores Maura y Juan de la Cierva, quienes «se hicieron cargo del Gobierno tras el desastre de Annual» [57]-, o como el carlista Vázquez de Mella, cuya irrisión colectiva alcanza aquí la hipérbole caricaturesca a través de la revelación de su común incultura. En este sentido, recordemos el autógrafo firmado con una cruz que ha dejado Maura en el despacho del director de El Abanderado de las Hurdes y que ya antes mencionamos; la ignorancia que expresan ese par de cretinos hurdanos que son don Herculano y don Serenín sobre Juan de la Cierva al confundir al político derechista con el inventor del autogiro que en 1918 había logrado cruzar con su aparato el canal de la Mancha [58]; la grotesca consulta realizada sobre él por don Herculano en la enciclopedia al querer hallar noticias suyas en las voces Hombre, Cierva y Renacimiento, así como la imitación que don Serenín pretende realizar de «la manera profética del gran Vázquez de Mella» como maestro de la impostura y de la deformación ampulosa de la verdad. El germanófilo don Herculano Cacodoro simpatiza, por tanto, no con la Alemania nueva que representaban el propio Rathenau o, por ejemplo, el espartaquismo revolucionario de los también asesinados Rosa Luxemburg o Karl Liebnecht («Alemania hoy aparece algo contaminada», dirá don Serenín), sino con lo que un editorial del propio semanario España llamaba «la Alemania secular, monárquica y militarista que hizo el imperio y la guerra de 1914» [59]. La memoria de un libro como La media noche, «visión estelar de un momento de guerra», nos basta para recordar la aliadofilia de Valle-Inclán, -que le distanció decisivamente del carlismo oficial de un Vázquez de Mella-, y para documentar su germanofobia visceral y militante, expresa en su consideración del Káiser como un «payaso trágico» [60] y de Alemania, de los «boches», como un pueblo bárbaro.

4.- Don Serenín

Así pues, don Herculano, primer cretino y grotesco director de El Abanderado de las Hurdes, le encarga a su jefe de redacción ese artículo de agradecimiento, en donde la insinuación, la impostura y el enmascaramiento de la verdad van a ser las prácticas usuales y legítimas de esa fauna de periodista profesional e «industrial» que es don Serenín:

Emplearé un eufemismo (...) insinuaré que estaba vendido al extranjero (...); emplearé la manera profética del gran Vázquez de Mella: "Doña Concepción Arenal, que hoy a no dudarlo hubiera militado con nosotros en las filas de la derecha" (íd: 9).

Porque don Serenín -un «intelectual», según la alusión despectiva de don Herculano-, es, en efecto, la viva imagen del periodista sumiso y servil al poder, del plumífero que escribe al dictado del que paga sin importarle la mentira, el maquillaje o la deformación de la verdad. Don Serenín, en definitiva, representa la voz de su amo, la deformación grotesca del intelectual como conciencia crítica e independiente del poder, tal como lo entendió y practicó el propio Valle-Inclán. Adulador y servil hasta el cinismo más grotescamente absurdo -«Está muy mal hecha la Enciclopedia» (íd: p. 9)-, don Serenín está tan prostituido y encanallado como don Filiberto o don Latino en Luces de bohemia o como el Perico Negrete de Las columnas de Hércules, personajes todos que encarnan uno de los odios más hondos e intensos de ese escritor independiente que fue Valle-Inclán hasta su muerte: el odio a la servidumbre de la literatura y del periodismo respecto al poder político y económico.

Una amarga denuncia, en definitiva, de la deformación sistemática e interesada de la realidad que la prensa oficialista realizaba entonces: recuérdese, en este sentido, la ley de fugas aplicada al preso anarquista catalán en Luces de bohemia y la desesperación impotente de Max ante los comentarios tendenciosos que imagina publicará al día siguiente la prensa «canalla» para enmascarar su asesinato. Por contra, la prensa crítica e independiente, como el propio semanario España, era obstaculizada y prohibida [61].

5.- Literatura y esperpento

Por último, y en relación con el mundo artístico, Valle-Inclán no desaprovecha ninguna ocasión, por mínima que sea, para meter el dedo en el ojo al teatro español de la época. Por ello, si don Serenín adula a su derechista director con el argumento de que «la izquierda sólo hace falta en el toreo» y éste le responde con un «no sea usted chabacano», Valle-Inclán recoge esa muleta de la chabacanería y se apresura a entrar a matar al toro escénico español con unas palabras que pone en labios de don Serenín y que constituyen la puntilla de nuestro teatro:

Lo he dicho sin querer. Vengo del teatro (8).

No pueden quedar más certeramente vinculadas la ramplonería espiritual y estética del personaje y la chabacanería dominante en la escena española coetánea. Por contra, don Herculano se jacta de su germanofilia y le dicta a su jefe de redacción que ese artículo titulado ¿Para cuándo? «hay que terminarlo con un saludo al pueblo alemán, que en todas las ocasiones nos muestra su simpatía, ya con representaciones de nuestros clásicos, ya consagrando el modo que tuvieron de operar los asesinos del pobre don Eduardo» (íd: 9). Una deuda no sólo política sino también dramática, pues los clásicos españoles -y muy especialmente Calderón [62]- habían sido, en efecto, leídos, reivindicados, traducidos y representados en Alemania.

En definitiva, don Herculano Cacodoro representa a la España reaccionaria que quisiera ser igual a la Alemania militarista e imperialista, símbolo de una España que Valle-Inclán, desde su germanofobia y desde su técnica de esperpentización, quiere y logra convertir ante el espectador o lector en ceniza e irrisión. Esa esperpentización se consigue en ¿Para cuándo? por el recurso a una técnica de constraste estructural y de deformación sistemática, a través de la cual se revela la realidad oximorónica del personaje, que se expresa mediante la estructura oximorónica del esperpento. Don Herculano Cacodoro es, por tanto, el primer hurdano, esto es, el primer cretino español, la deformación grotesca de los valores hispanos, o mejor, de los valores estéticos, ideológicos, morales y políticos de esa España reaccionaria y germanófila que tan profunda y visceralmente odió Valle-Inclán hasta su muerte.
 
 
 

NOTAS

1. España, 329 (15-julio-1922), pp. 8-9 (reprint: Vaduz, Topos Verlag-Madrid, Ediciones Turner, colección "Biblioteca del 36", 1982, con una «Introducción» de Salvador de Madariaga (pp. V-VI) y sendos estudios de Manuel Tuñón de Lara («España. Semanario de la vida nacional», pp. VII-XVII) y de Enrique Montero («La financiación de España y la propaganda aliada durante la Primera Guerra Mundial», pp. XIXXXII). En adelante todas las referencias a esta obra se realizarán por la abreviatura ¿Para cuándo?.

2. J. M. Blecua, «Valle-Inclán y la revista España». Cuadernos Hispanoamericanos, 199-200 (julio-agosto de 1966), pp. 521-529.

3. J. A. Hormigón, Don Ramón del Valle-Inclán: la política, la cultura, el realismo y el pueblo. Madrid, Comunicación, 1972, pp. 380-385.

4. M. Martínez, «Approche semiologique de ¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas?». Hispanistica XX, 5 (1987), pp. 29-36.

5. R. Cardona, «El esperpentillo olvidado de don Ramón del Valle-Inclán», en Studies in Honor of José Rubia Barcia, edición de Roberta Johnson y Paul Smith. Lincoln-Nebraska, Society of Spanish and SpanishAmerican Studies / Dept. of Modem Languages, University of Nebraska-Lincoln, 1982, pp. 39-45.

6. J. A. Hormigón, ob. cit., p. 381.

7. R. Cardona, ob. cit., p. 39.

8. R. Cardona, ob. cit., p. 44.

9. «Precisamente en 1922, y después del asesinato de Rathenau, las autoridades de Alemania devuelven a las españolas al anarquista catalán Luis Nicolau quien, junto con Ramón Casanellas y Pedro Mateu, fue uno de los presuntos asesinos de Dato. Nicolau había huido a Alemania después del crimen» (R. Cardona, ob. cit., p. 40).

10. Abundan las alusiones a reclamaciones diplomáticas en la obra de Valle-Inclán, por ejemplo en «Alta mar», de Baza de espadas: «-Se impone una reclamación diplomática!» (Baza de espadas. Fin de un revolucionario, edición de José Manuel García de la Torre. Madrid, Espasa-Calpe, colección Austral, 1992, p. 154). Por otra parte, cabe anotar que en febrero de ese mismo año 1922, al regreso de su segundo viaje a México, Valle-Inclán pronunció una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre «El deber cristiano de España en América», cuyo final resumió el 19 de febrero de 1922 un periodista de El Imparcial con estas palabras: «Y por último don Ramón enlazó el caso de Marruecos con el de México, haciendo notar que en los dos el Estado recurría a trámites innobles» -«el agio, el soborno, la reclamación diplomática»- en vez de emplear «procedimientos cristianos» (apud Dru Dougherty, «El segundo viaje a México de Valle-Inclán: una embajada intelectual olvidada». Cuadernos Americanos, XXXVIII, 2 (1979), pp. 152). Parece obvia la conclusión de que Valle-Inclán vincula diplomacia y juego sucio.

11. Entre el número 274 (3l-julio-1920) p. 11 y el número 286 (23-octubre-1920) apareció en España la primera versión de Luces de bohemia en trece entregas, a saber: número 275 (7-agosto), pp. 15-16; 276 (14-agosto), pp. 12-13; 277 (21-agosto), pp. 16-18; 278 (28-agosto), pp, 17-18; 279 (4-septiembre), pp. 17-18; 280 (11-septiembre), pp. 17-18; 281 (18-septiembre), pp. 17-18; 282 (25-septiembre), pp. 17-18; 283 (2-octubre), pp. 15-17; 284 (9-octubre), pp. 17-18; 285 (16-octubre), pp. 17-18, y 286 (23-octubre), pp. 16-18. ValleInclán publicó además en el semanario otros dos textos más: «Ganarás el pan», 261 (1-mayo-1920), p. 5, y «Autocrítica», 412 (8-marzo-1924), p. 6.

12. Artemio Precioso, «Hablando con Valle-Inclán: ¡Pobres periódicos y pobres periodistas!». La Tribuna, Madrid (16-febrero-1922); apud Ramón María del Valle-Inclán, Entrevistas, conferencias y cartas, edición al cuidado de Joaquín y Javier del Valle-Inclán. Valencia, Pre-Textos, 1994, p. 224.

13. El Liberal (5-julio-1915); apud Dru Dougherty, Un Valle-Inclán olvidado: entrevistas y conferencias. Madrid, Fundamentos, 1983, p. 74. Sobre la decisiva intervención de Araquistain para salvar económicamente al semanario España con fondos ingleses puede leerse el documentado trabajo de Enrique Montero, «Luis Araquistain y la propaganda aliada durante la Primera Guerra Mundial». Estudios de Historia Social, 24-25 (1983), pp. 245-293. Una sucinta síntesis del mismo se publica en el reprint del semanario (cfr. nota 1).

14. L. Araquistain, «Italia en 1920». La Pluma, 5 (octubre de 1920), p. 194 del reprint (Vaduz, Topos Verlag AG, colección «Biblioteca del 36»-número XVIII, 1980, con una introducción de Manuel Martínez Azaña). Este soneto de Araquistain, que vio la luz en La Pluma -Manuel Azaña, director; Cipriano de Rivas Cherif, secretario- «merced a la complicidad amistosa del destinatario», está fechado en «Milán 26 de septiembre de 1920». He estudiado las colaboraciones de Valle-Inclán en las revistas España y La Pluma y sus relaciones con Azaña y Rivas Cherif en mi libro Valle-Inclán, Rivas Cherif y la renovación teatral española (1907-1936). Sant Cugat del Vallès, Cop d'Idees-Taller d'Investigacions Valleinclanianes, número 1 de la colección «Ventolera», 1992, especialmente pp. 30-72.

15. «Villagarcía, 28. Le manda un triple abrazo, épico, estético y apologético. Valle-Inclán». El Sol (29-enero-1922); apud Valle-Inclán, Entrevistas, ob. cit., p. 217.

16. «En honor de Valle-Inclán». La Voz (3-abril-1922); apud Valle-Inclán, Entrevistas, pp. 229-231. La condición de Araquistain como organizador del homenaje se testimonia por la carta que, al no poder asistir al mismo por razones de salud, le dirige Manuel Bueno. Por otra parte, tanto Araquistain como Valle-Inclán asistieron en mayo de 1931 a un «Banquete al señor Alvarez del Vayo», primer embajador de la Segunda República en México (El Liberal (21-mayo-1931); apud Valle-Inclán, Entrevistas, ob. cit., pp. 445-447).

17. El librero alemán Müller recomienda a Cacodoro y Escudero la compra de los libros de Valle-Inclán, «acaso el más representativo de ese movimiento de liberación. Mientras Azorín subjetiviza el pasado o se subjetiviza en él, vagamente, con lírica imprecisión, Valle-Inclán, temperamento más enérgico, toma una actitud épica y admirablemente definida: se hace carlista para escapar a la ñoñería de la Restauración, y se objetiviza en una literatura de contorno feudal para eludir la plebeyez literaria de la época. Pero, en su madurez, cambia de rumbo y descubre que más entretenido que huir de la España dominante en el siglo XIX es satirizarla, y entonces escribe unas deliciosas comedias aristofánicas y unos admirables versos de sustancia cómica. Al mismo tiempo se percata de que debajo del carcomido armazón de la España burocrática, dicharachera y trivial, hay otra trágica de dolor y violencia. Si Valle-Inclán tuviera diez años menos, acaso produjera la gran novela española del siglo XX, la de una sociedad profundamente atormentada, como la que refleja la literatura rusa anterior a la revolución» (L. Araquistain, Las columnas de Hércules. Madrid, Editorial Mundo Latino, 1921, pp. 124-125).

18. Luis Araquistain, «Siluetas celtíberas. Valle-Inclán en la Corte». Cosmópolis, 41 (mayo 1922), pp. 12. En la página 75 del número 37 (enero 1922) de esta misma revista apareció una reseña crítica, sin firma, de esta «farsa novelesca». Medio año después Cosmópolis reprodujo un artículo escrito por Mario Puccini sobre Las columnas de Hércules («El eco agrandado», 43 (julio 1922), pp. 260-263).

19. L. Araquistain, Las columnas de Hércules, ob. cit., p. 216. El propio Araquistain, por entonces miembro de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español, había publicado el año anterior en la página 4 del número 261 (1-mayo-1920) del semanario España un artículo titulado «La fiesta del trabajo y el mito de Hércules», en donde afirmaba que el mito de Hércules le parecía «una estupenda poetización de las inquietudes y destinos de la clase obrera contemporánea»: «El proletariado se dispone a aniquilar, a imitación de Hércules, a los monstruos internacionales, vorazmente ávidos de la sangre y el oro de los pueblos, los monarcas, los capitanes, los ministros, los diplomáticos, los financieros, los periódicos» (ob. cit., p. 4). Sobre la trayectoria intelectual de Araquistain entre 1909 y 1933 puede consultarse el libro de Marta Bizcarrondo, Araquistain y la crisis socialista en la II República. Leviatán (1934-1936). Madrid, Siglo XXI, 1975, especialmente pp. 13-141.

20. L. Araquistain, ob. cit., p. 301.

21. Escudero se refiere al Madrid coetáneo como «este Madrid parasitario y disolvente, corte de burócratas y rentistas, de aspirantes y arbitristas» (ob. cit., pp. 10-11).

22. L. Araquistain, ob. cit., p. 41.

23. L. Araquistain, ob. cit., p. 42. Hipólita, la hija de don Herculano, acaba por renegar de su apellido («Cacodoro me parece un apellido de ladrón»), y Escudero, su marido, le da la razón y acaba por asumir el fracaso de su utopía, pues ese apellido familiar conviene tanto a la caracterización moral del director como al talante ético del propio periódico El Orden: «-Acaso -dije, con espíritu ausente- nuestra creación esté más cerca de Caco que de Hércules, en efecto» (ob. cit., pp. 294-295).

24. «-Pero no moralice, relate; contemple el mundo de la truculencia delictiva con el indiferente y amoral regocijo con que Dios asiste a este circo humano que ha creado en la Tierra, y acaso llegue usted a ser un buen dramaturgo» (ob. cit., p. 87).

25. L. Araquistain, ob. cit., p. 91.

26. «-Los españoles son, ante todo, un pueblo escénico. Les interesa la política como espectáculo, no como instrumento de producir leyes que hagan su felicidad. Odian la ley y adoran el aparato histriónico de urdirla. No quieren legisladores, sino buenos actores» (ob. cit., p. 96).

27. Müller recomienda además la compra de libros de Galdós, Clarín, Ganivet, Unamuno, Pío Baroja, Azorín, Benavente, Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna, Blasco Ibáñez, Ortega y Gasset, Manuel Bueno, Ciges Aparicio, Luis Bello y Gabriel Alomar.

28. Los capítulos XII («Descubrimos un crimen misterioso») y XIII («Otras añagazas del éxito») versan sobre los trucos utilizados por la dirección de El Orden para aumentar su tirada, el primero de los cuales es el montaje de un supuesto crimen misterioso presuntamente ocurrido en las madrileñas Ventas y que el periódico, naturalmente, acierta a resolver.

29. «-Yo me maravillo y sobresalto al ver la facilidad con que se forja esta terrible arma moderna que es un periódico, más poderosa que los ejércitos y que los Estados», confiesa Escudero (ob. cit., p. 167).

30. «Esta empresa no podrás iniciarla desde el campo político, donde todo es bambolla, histrionismo y vaciedad. Una escuela podría servirte; pero su radio de acción es harto limitado y la cosecha no compensaría la siembra. ¿Qué mejor que un gran periódico? Desde él podrás iniciar tu cruzada de sensibilización del hombre. (...) Haz de él un Hércules, abuelo sacro de nuestro Señor Don Quijote; una reencarnación hercúlea, esto es, victoriosa, del quijotismo, no una repetición irónica, esto es, sin victoria, del caballero de la Triste Figura», piensa Escudero (ob. cit., p. 285). Ni que decir tiene que don Herculano es la antítesis de Don Quijote y que su Escudero es, en todo caso, un Sancho Panza quijotesco.

31. L. Araquistain, ob. cit., p. 324.

32. «¿Que la mayoría de las cabezas españolas son pequeñas, achatadas, poco inteligentes? Pues démosles un periódico a la medida. Para las cabezas que usted tiene en cuenta bastaría una revistita de esas que suelen hacer los «intelectuales» -y al pronunciar esta palabra don Herculano ponía todo el retintín y desprecio que era posible» (ob. cit., p. 209).

33. La amante de Cacodoro es Margarita Montes, "una actriz de opereta -amiga de López Luna-, de cuyos éxitos escénicos eran responsables la belleza de piernas y brazos, que exhibía en vodeviles escritos expresamente para ella, la picardía de los ojos, que nunca miraban sin lascivia, y un temperamento que la impedía ser avara de sus tesoros más íntimos; el arte que nace de la intuición estética o del reflexivo esfuerzo, apenas entraba para nada en sus triunfos" (ob. cit., p. 134). El folletinesco capítulo X («La tragicomedia del amor»), de amores vodevilescos y pistolas de melodrama barato, transcurre parcialmente en casa de la Montes, a donde acuden sucesivamente los tres Cacodoros: su hija Hipólita -quien mantiene con ella una ambigua relación-, su hermano Inocencio y, finalmente, don Herculano, quien descubre así que su propio hijo es también amante de la actriz.

34. «Gacela siente simpatía por los alemanes, inventores, técnicos, devotos del orden y la autoridad. Yo pienso como Gacela. En cambio, Francia ha sido nuestra enemiga de siempre; nos desprecia; cultiva nuestra leyenda negra; hace el vacío a todo lo que hay de grande en España; cierra sus puertas a nuestro comercio; nos quiere arrojar de África», afirma don Herculano Cacodoro (ob. cit., p. 256).

35. «Schwarzthaler no es un hombre de negocios, como nos dijo Gacela el primer día de conocerle, sino un agente del partido de los patriotas alemanes. Tienen mucho dinero, como es forzoso que lo tengan si quieren sacar adelante sus proyectos. Preparan la revancha. Pero antes necesitan asegurarse la neutralidad de varios países y la alianza con otros, el nuestro entre ellos», confiesa el propio don Herculano a su asombrado Escudero (ob. cit., p. 256).

36. Como ejemplo del amoralismo dominante entre los parlamentarios y la prostitución interesada de valores como el del patriotismo, baste este inciso en forma de paréntesis con que el narrador valora el discurso del propio presidente del gobierno: "(En su vocabulario, patria y lucro privado eran sinónimos)" (ob. cit., p. 99).

37. Gacela recrimina a Don Herculano, futuro ministro que ha incurrido en incontinencia epistolar y que puede ser víctima de chantaje por su amante, con estas tan falsas como divinas palabras: «Usted comprenderá que no vale la pena de poner en peligro nuestra napoleónica idea de una España Mayor por un desahogo epistolar más o menos» (ob. cit., p. 303).

38. Una de las «añagazas» posibles de El Orden consiste en simular, con la complicidad de un diputado, un secuestro terrorista, tal y como expone Antonio Morano, redactor político, a Escudero, redactor-jefe: «Al cuarto día se le haría reaparecer en Las Hurdes, adonde habría ido como penitente político a estudiar el modo de introducir un poco de civilización en ese paraje verdaderamente prehistórico, baldón de ignominia de la cultura española...». El redactor jefe contesta: «-Es usted un cándido -le dije a Morano- si piensa que puede tener carácter de verosimilitud que a ningún diputado, por grande que sea su apetencia de sonoridad periodística, se le ocurra subir a las Hurdes, como no sea de caza; no lo creería nadie» (ob. cit., p. 152).

39. Pedro (Perico) Negrete es caracterizado por el narrador como un «periodista típico. Era Negrete un mozo fundamentalmente amoral: sólo le importaban el lucro y el éxito; para él no existía ninguna de esas que él llamaba zarandajas y otros denominan nociones de la verdad y la justicia. (...) Era siempre igual a sí mismo, impersonal, el perfecto condottiere de la pluma» (ob. cit., p. 71).

40. «-A mí me pagan por escribir en cierto sentido, y yo lo hago como haría una pared si fuera albañil, a gusto del maestro de obras.
-Pero, ¿y la verdad? -observé yo.
-¿La verdad? ¿Qué es eso y quién sabe dónde se halla? -respondió Negrete, dirigiéndose a Cacodoro con ademanes de triunfal adulación» (ob. cit., p. 287).

41. «Negrete escribía al dictado los artículos políticos de Gacela y las notas polémicas de Cacodoro» (ob. cit., p. 219).

42. Escudero denuncia con claridad los turbios intereses (capital, banca, política y periodismo) que convergen en «toda la prensa industrial» y recomienda al redactor Rayo: «Yo aquí soy tan donnadie como usted. Tome un cigarro de consolación y, si puede, deje el periodismo, que será dejar su anulación intelectual y moral» (ob. cit., p. 218). Araquistain ya había alertado sobre los peligros del «periodismo industrial» en un artículo publicado cinco años antes ("el nuevo enemigo es la prensa industrial, el tipo más insoportable de la plutocracia"), en donde denunciaba «la amenaza de la plutocracia periodística»: «Lo grave es que, mezclados con estos factores económicos, pueden desaparecer factores espirituales, o sea plumas independientes, críticas, indomables. El industrialismo periodístico tiende a matar al escritor libre, al hombre que ve en el periódico una escuela o un arte, nunca una fábrica» («El periódico industrial». España, 57 (24-febrero-1916), pp. 5-6).

43. F. Ruiz Ramón, «El esperpento, ¿teatro para el futuro?», en Celebración y catarsis (leer el teatro español). Murcia, Cuadernos de la Cátedra de Teatro de la Universidad de Murcia, pp. 155-164.

44. Recordemos que el oxímoron «es la unión sintáctica íntima de conceptos contradictorios en una unidad, la cual queda con ello cargada de una fuerte tensión contradictoria», según Heinrich Lausberg, Manual de retórica literaria. Madrid, Gredos, 1976, tomo II, pp. 222-223). Vinculo oxímoron y esperpento en mi Guía de lectura de Martes de carnaval. Barcelona, Anthropos-Taller d'Investigacions Valleinclanianes, colección Maese Lotario, número 1, 1992, especialmente pp. 25-37.

45. Valle-Inclán, ¿Para cuándo...?, ob. cit., p. 9. A partir de ahora me ahorraré las notas a pie de página y citaré las referencias a esta obra poniendo entre paréntesis en el propio texto, a continuación del cierre de comillas, íd, dos puntos y el número de la página, 8 o 9. Así, en este caso (íd: 9).

46. J. A. Hormigón, ob. cit., p. 384.

47. R. Cardona, ob. cit., p. 44.

48. R. Cardona, ob. cit., p. 44.

49. R. Cardona, ob. cit., p. 40. Hormigón sugiere la identificación del personaje valleinclaniano con el propio rey Alfonso XIII (ob. cit., p. 384), si bien se apresura a valorar su hipótesis como "una simple conjetura" (ob. cit., p. 385). Recientemente se ha publicado Viaje a Las Hurdes (Madrid, El País-Aguilar/Fundación Gregorio Marañón, 1993), libro en que se editan tanto un manuscrito inédito de Gregorio Marañón titulado «Cuaderno de notas de Marañón» (pp. 57-100), impresiones de un viaje que realizó en abril de 1922, como las fotografías de la visita de Alfonso XIII en junio de 1922 bajo el epígrafe de «Imágenes del histórico viaje» (pp. 101-144). Completan este interesante volumen documental diversos materiales, entre los cuales cabe resaltar una antología de artículos sobre aquella comarca extremeña publicados en junio de 1922 en la prensa española de la época (escritos por Ramón Gómez de la Serna, el doctor J. Goyanes, G. Marañón, el cardenal Segura -obispo de Coria entonces- y Unamuno), así como el texto del «Debate parlamentario sobre Las Hurdes» (pp. 191-196) celebrado el 3 de junio de 1922, transcripción literal del Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados.

50. En la propia revista España aparece ese mes de julio una sección titulada «Estela jurdana», en la que se publican varios textos sin firma, como un fragmento de unas supuestas «Memorias de un cortesano», con la advertencia explícita de que es "un cortesano de los que acompañaron a D. Alfonso a las Hurdes" (327 (1julio-1922), pp. 7-8). Llama la atención que al pie de la siguiente «Estela jurdana. Personas, cosas, dichos, hechos...», aparezca el anuncio para el próximo número del esperpento valleinclaniano (328 (8-julio-1922), p. 1 l), así como que, en el mismo número en que se publica éste, un tal Pablo Sánchez firme la tercera «Estela jurdana» con el título de «Toda España es Hurdes» (329 (15 julio-1922), p. 11).

51. R. Cardona, ob. cit., p. 45, nota 6.

52. R. Cardona, ob. cit., p. 40.

53. Ob. cit., p. 8. M. Martínez interpreta la función dramática de este espejo en el sentido de que así el personaje asiste a su propia mise en scéne (ob. cit., p. 32).

54. Ob. cit., p. 8. El germanófilo "Armando Guerra" publicó en 1916 un libro titulado De re bellica en donde pueden leerse dos textos en defensa de la humanidad del Emperador: «El retrato del Káiser» (ob. cit., pp. 55-64) y «El sueño del Káiser», en que se justifica la guerra por la necesidad del pueblo alemán de apertura a nuevos mercados (ob. cit., pp. 191-199). "Armando Guerra" fue el seudónimo utilizado por Francisco Martí Llorente, autor también de Síntesis de la guerra mundial (1920) y colaborador de El Debate y El Correo Catalán, entre otros (cfr. P. P. Rogers y F. A. Lapuente, Diccionario de seudónimos literarios españoles. Madrid, Gredos, 1977, p. 217).

55. El semanario España mantuvo un interés permanente por la situación política alemana. Por otra parte, Camilo Barcia es autor de un artículo sobre «Walter Rathenau» que se publicó en cuatro números consecutivos: 327 (1-julio-1922), p. 10; 328 (8-julio-1922), p. 12; 329 (15-julio-1922), p. 10, y 330 (22-julio-1922), p. 9. Como prueba del interés que despertaban en aquellos años las ideas de este político alemán en la prensa española mencionemos también «El sistema social de Walter Rathenau», artículo sin firma publicado en el semanario La Internacional (2-abril-1920), p. 4.

56. R. Cardona, ob. cit., p. 41.

57. J. A. Hormigón, ob. cit., p. 384.

58. R. Cardona, ob. cit., p. 43.

59. «Dos Alemanias y dos Francias». España, 328 (8 julio-1922), p. 1.

60. Valle-Inclán, Obras escogidas. Madrid, Aguitar, 1974, tomo II, p. 820. Sobre el carlismo valleinclaniano puede consultarse el libro de Margarita Santos Zas, Tradicionalismo y literatura en Valle-Inclán (1889-1910). University of Colorado, Publications of The Society of Spanish and Spanish American Studies, 1993.

61. Tras el número 132 (9-agosto-1917), Araquistain estuvo encarcelado más de dos semanas y Sánchez Guerra suspendió el semanario, que reapareció el 25 de octubre de ese mismo año. La segunda nueva suspensión se produjo tras el número 301 (5-febrero-1921) y esta vez duró casi un año, hasta el número 302 (7enero-1922). Azaña, nuevo director, publicó en España «Memorial de guerra. Glosas al libro del general Berenguer» (Mis campañas en el Rif y Yebala), una serie en diez entregas, desde el número 378 (14-julio-1923) pp. 4-6, hasta el número 387 (15-septiembre-1923), pp. 3-5, «no pudiendo publicar el último artículo de la serie por la intromisión de la censura de Primo de Rivera» (M. Tuñón de Lara, «España. Semanario de la vida nacional», reprint citado, p. XVI). La dictadura del general Primo de Rivera censuró desde el primer día al semanario, como evidencia el editorial «Nuestro silencio» de su número 388 (22-septiembre-1923), p. 1, así como la indicación expresa, que le acompañará hasta el último, el 415 (29-marzo-1924), de que «este número ha sido revisado por la censura militar».

62. August Wilhelm Schlegel publicó entre 1809-1811 sus Vorlesungen ueber dramatische Kunst und Literatur, que Nicolás Böhl de Faber, cónsul alemán en Cádiz, tradujo fragmentariamente y publicó a mediados de septiembre de 1814 en el Mercurio Gaditano con el título de «Sobre el teatro español. Extractos traducidos del alemán de A. W. Schlegel por un apasionado de la nación española». Este texto dio origen, en los albores del romanticismo español, a una polémica estudiada por Camille Pitollet en su libro La Querelle Calderonienne. París, Alcan, 1909.



 
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