VALLE-INCLÁN A TRAVÉS DE...
 

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V a l l e - I n c l á n  v i s t o  p o r   M a n o e l - A n t o n i o

1900-1930

Por   J u a n   V a r i a s

Manoel-Antonio

Manoel-Antonio [Pérez Sánchez] fue un poeta gallego, nacido en la villa de Rianxo (La Coruña) —cuna de Castelao (1886-1950)—, y un personaje singular. Su biografía es una aventura permanente, jalonada de arrebatos engendrados por el ánimo juvenil que nunca lo abandonó: estudiando el Bachillerato, intentó enrolarse en la Legión Extranjera del ejército francés durante la Gran Guerra (enero de 1918); dos años más tarde solicitó una plaza de peón en las minas de Noya (La Coruña); luego decidió ir a Madrid para cursar la carrera de Derecho (1921); pero, finalmente, se matriculó en la Escuela de Náutica de Vigo, hasta hacerse marino, oficio del que vivió. Miembro destacado de grupos y asociaciones galleguistas surgidos a partir de la segunda década del siglo XX, impulsó desde su anarquismo teórico —que no de acción— las tendencias más radicales del movimiento nacionalista gallego en los años duros de la Dictadura primorriverista. Colaboró con todos los artistas e intelectuales galleguistas de su época (Castelao, Rafael Dieste, Vicente Risco, Victoriano Taibo, los hermanos Antón y Ramón Villar Ponte…), vinculado, con ellos, a las publicaciones señeras del nacionalismo gallego (Nós, A Nosa Terra, Céltiga), y participando activamente en la Asamblea Nazoalista. Aunque nos dejó un solo libro, De catro a catro. Follas sin data dun diario de abordo (1928) —diecinueve poemas cubistas y creacionistas de una calidad admirable— [obra reeditada en 1972 junto con sus poesías dispersas1 ], Manoel-Antonio representa la vía más renovadora de la poesía gallega en el período comprendido entre la irrupción del Vanguardismo y la aparición de la Generación del 36 —frente a la corriente equilibrada de formas nuevas y métrica tradicional que encabeza Amado Carballo, y la seguidora de los cancioneros medievales que lideró Bouza Brey—.

    En junio de 1922 Manoel-Antonio acabó de redactar el manifiesto Mais Alá, que venía preparando desde abril con el dibujante Álvaro Cebreiro, y el día de San Juan le envió a éste cien ejemplares impresos para que los repartiera en diarios, hermandades, sociedades y a amigos y «gente que lo merezca» de La Coruña, Ferrol, Lugo y del «Extranjero (Madrid y Portugal)» [sic]; Manoel-Antonio se encargaría de hacerlo en Orense, Vigo, Pontevedra y Santiago [«Correspondencia», vol. III de la Obra Completa de Manoel-Antonio, editada por Domingo García-Sabell, Galaxia, Vigo, 1979 (1972-73); pp. 171-72]. El manifiesto —de varias páginas, estructurado en cuatro partes numeradas, cada una de ellas organizada en secciones con título— provocó un tremendo revuelo y motivó reacciones de todo tipo, incluidas las de algún que otro colaborador del poeta que se defendió de que lo hubieran considerado padre de la criatura.

    Mais Alá era una crítica violenta del panorama literario gallego y una declaración de la voluntad de abrir en él un horizonte nuevo, de acuerdo con los ideales del galleguismo y los principios estéticos vanguardistas. Pero era más que un manifiesto literario o cultural, y por eso contenía las provocaciones con las que conscientemente sus autores buscaban, sobre todo, atraer a los jóvenes a su causa. Tal propósito se anuncia en el encabezamiento del texto: «Sin pretensiones de suficiencia doctoral, ni de ningún otro modo semejante, la rebeldía de unos mozos gallegos hace esta llamada a la Mocedad intelectual de nuestra Tierra». De estas provocaciones, la más sonada fue la condena de Valle-Inclán, en la parte II, bajo el epígrafe «Pollitos bien», que hoy reproducimos aquí traducida. «Pollitos bien» es un ataque frontal, sin comedimientos, en un diapasón fortísimo, que de modo voluntario huye del tono respetuoso y profesoral. Manoel-Antonio —sin duda, él es el autor material del manifiesto— ataca la figura de Valle-Inclán por lo que tiene de mal ejemplo para la juventud, y no porque desprecie el valor de su obra. Y esto es así, me parece, porque para Manoel-Antonio la actividad literaria (la literatura en el momento histórico de su realización) es algo distinto de la Literatura, y más importante que ella. Quiero decir que Manoel-Antonio no es Harold Bloom y que como poeta coincide con tantos artistas de su época que concibieron su quehacer literario como compromiso social y político. Un escritor actual, Xurxo Borrazás, comprende de este modo las palabras de Manoel-Antonio, y defiende su actitud: «La literatura no habita un monte sagrado sobre el mar de nubes desde el que sólo debe rendir cuentas a ella misma. […] La literatura, mucho más los literatos, implica posicionamientos en la sociedad; cuando no es producto de ellos. ¿Es posible pensar en el escritor C. J. Cela olvidando su papel en la vida política y social de la comunidad?, ¿es justo?; ¿o en Méndez Ferrín, en el otro extremo? A lo mejor para mis nietos sí. Valle-Inclán es para mí sus obras literarias. Ellas son su rastro, el único. Para Manoel-Antonio no, y tenía razón, a pesar de ser Valle-Inclán un escritor para siempre, grandísimo, en la literatura dramática española» (O desintegrista, Edicions Xerais, Vigo, 1999; pp. 89-90). Que juzgue el lector la licitud de esta opción. Lo cierto es que Manoel-Antonio, en una carta posterior al manifiesto, se declaró, con mucha gracia, valleinclanista de la obra frente a los valleinclanistas del nombre: «A este paso ya va a resultar una novedad el decir que Valle-Inclán es un hombre. Mucha gente ya va confundiendo sus barbas con las del Padre Eterno. / La letra del conocido himno 'Este gran don Ramón...' lleva camino de perjudicar tanto a Valle-Inclán como la 'princesa triste' fastidió a Rubén. Yo no caeré en la 'boutade' de discutir los méritos del Sr. del Valle: lo único que me parece es que cualquier día el botafumeiro no va a poder entrar por el pórtico de la gloria. / Y con esto acabo por decir que yo soy más valleinclanista que mis amigos, porque vengo a ser desde mi ne quid nimis un valleinclanista de la obra contra los valleinclanistas del nombre» (carta sin destinatario identificado, «Correspondencia», op. cit., p.p.178-79). Sirvan estas palabras para mitigar las invectivas contra nuestro admirado don Ramón que vamos a traducir.

[Nota Bene: hemos respetado el estilo y mantenido las incorrecciones].
 
 




«POLLITOS BIEN»

Comenzaremos invocando a Valle-Inclán.

    Maestro: Llamámosle maestro por ser usted el «maestro» de la Juventud imbécil de Galicia. Nuestro no; que, menos mal, sabemos comparar su modernidad con la cobardía del débil que tan sólo puede vivir haciendo claudicantes concesiones al fuerte.
    No tendría su nombre acogida en estas líneas si quisiéramos tan sólo llamarle aquello. Pero tiene que ser al hablar de ese hato de cabezas huecas, niños "fular y de rubí", encandilados por el innegable prestigio de la prosa y de la ridícula mentira de una epopeya aventurera que usted, una y otra, falsificó.
    Sabemos que con interludios himnarios al Gran Pontífice de la Vaciedad en traje de fiesta (Este Gran D. Ramón…) entran con estrago en el habla mesetaria, con gran desprecio de ella, por cierto. También sabemos que adolecen de imbecilidad, ingénita o contagiada, y que a usted le debemos el haberlos llevado para «allá». Esto último es cosa que nunca le agradeceremos bien.
    Ahora, lo que quisiéramos conseguir de su incensada personalidad sería que intensificase la campaña castellanizante porque nos horroriza la idea de que ellos se crean llamados por nuestro verbo juvenil y llegue alguno a desertar de la «lengua de Cervantes» para venir a vaciar en nuestra Habla las producciones de su serrín encefálico. Esto estaría muy mal. Mal para el castellano, idioma oficial de la cursilería, que, por lo mismo, tiene derecho a aquellas cosas, y mal para el gallego, digno de mucha mejor suerte.
    Y a vosotros, pobrecillos mamaleites literarios, os dejamos cordialmente que cualquier día os publiquen un verso en la última hoja de una de esas indigentes revistas madrileñas, fácil palestra de vuestros esfuerzos, que es el máximo desideratum vuestro.

Madrid os necesita como personajes de su opereta.


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[TEXTO ORIGINAL]

«POLLITOS BIEN»

Comenzaremos invocando a Valle-Inlán.

    Maestre: Chamamos-lle maestre por ser vostede o «maestre» d'a Xuventude imbécil de Galicia. Noso non; que, endeben, sabemos comparar a sua modernidade co-a cobardía d'o debre que tan só pode vivir facendo claudicantes concesións o forte.
    Non tería o seu nome acolleita n-istas liñas si quixeramos tan só chamar-lle aquilo. Pero ten que ser ó falar d'ise fato de cabezas focas, nenos «foulard e de rubí», engayolados pol-o innegable prestixo d'a prosa e d'a ridícula mintira d'unha epopeya aventureira que vostede, unha e outra, falsificou.
    Sabemos que con intremeios himnarios ó Gran Pontífice d'a Valdeireza en traxe de festa (Este Gran D. Ramon…) entran a estrago pol-a fala meseteira, con gran desprestixo d'ela, por certo. Tamén sabemos que adoecen de imbecilidade, inxénita ou contaxada, e que a vostede lle debemos o tel-os levado para "alá". Isto derradeiro é cousa que nunca ben lle agradeceremos.
    Agora, o que quixeramos consiguir d'a sua incensada persoalidade sería que intensificase a campaña castelaizante porque nos arripía o pensamento de que eles se coidasen chamados por istas nosas vervas de mocedade e chegase algún a desertar de la «lengua de Cervantes» para vir a valdeirar n-a nosa Fala as producións d'o seu serrín encefálico. Isto estaría moi mal. Mal pro castelán, idioma oficial d'a cursilería, que, pol-o mesmo ten dereito a aquelas cousas, e mal pro galego, dino de moito mellor sorte.
    E a vós, probiños mamaleites literarios, desexamosvos cordialmente que calquer día vos pubriguen un verso n-a derradeira folla d'unha d'isas indixentes revistas madrileñas, doada palestra d'os vosos esforzos, que é o maisimo desideratum voso.

Madrí precísa-vos para persoaxes d'a sua opereta.

El Pasajero, estío 2002


1.  Véase, a título de ejemplo, el poema titulado ADIÓS (del libro De cuatro a cuatro, traducción de M. González Garcés, apud Martín de Riquer y José María Valverde: Historia de la Literatura Universal, Barcelona, Planeta, 1986, vol. 10, pág. 259).
 

Entre la neblina, / trasponiendo mi mirada, / se esquivó el velamen./ Nos dejó la bahía/ llena de ausencia/ y la mañana sin perspectiva.// Ahora en la tierra, / apartado de mí mismo// por un océano de singladuras,/ el viento de la ría/ va volviendo la hoja de cada emoción./ El sol, indiferente/ sirena aguardentosa de los vapores.// Un trallazo de humo/ en el rompeolas del paisaje./ Los engranajes de la grúa trituran la mañana tibia./ Bajo mis pasos/ surge la estela de la villa natal./ Ella con brazos llenos de sueños/ se obstina en salvarme de un naufragio antiguo./ Y mis oídos incautos/ quieren dormir en el regazo/ de las cantigas viejas.// Yo rebuscaba todos los secretos/ de mis manos vacías/ porque algo hubo que se me perdió en el/ mar.// Alguien que llora dentro de mí/ por aquel otro yo/ que se va en velero// para siempre/ como un muerto// con el peso eterno de los adioses.


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