VALLE INCLÁN A TRAVÉS DE...
 

Xavier Bóveda (1898-1963)

 por Carme Alerm Viloca
(T.I.V.)

 
    Posiblemente, una de las plumas más jóvenes que rindió tributo a la figura y al genio literario de Valle-Inclán fue la del escritor orensano Xavier Bóveda. Con dieciocho años y recién llegado a los cenáculos bohemios de Madrid, compuso una serie de sonetos alejandrinos que, bajo el título «Don Ramón María del Valle-Inclán. (Poema)», vieron la luz al año siguiente en la segunda parte del poemario Epistolario romántico y espiritual. Rosario lírico y otros poemas 1 .
Xavier Bóveda   No es su paisano gallego el único homenajeado en este libro de contenido claramente misceláneo: en la última sección, titulada «Medallones y semblanzas», Bóveda elogia a diversas personalidades, como Jacinto Benavente, Rosalía de Castro y José Francés, entre otros; a ello hay que unir un texto dedicado «A Manuel Machado», un «Homenaje a Rubén Darío», así como «La vejez de Eulalia», un conjunto de ocho composiciones inspiradas en el poema dariano «Era un aire suave...», en los que el autor fabula libremente sobre la senectud de la versallesca marquesa de las Prosas profanas, ahora «saudosa».
    Entre tanto panegírico brilla por su ausencia la figura de Emilio Carrère, el principal ídolo de las mocedades del joven poeta, hasta el punto de que fue justamente el deseo de conocer al cantor de El encanto de la bohemia lo que le había impulsado a emprender su primera aventura madrileña. Por lo que cuenta Cansinos-Assens –futuro mentor del novel escritor- en La novela de un literato, aunque inicialmente Carrère le prodigó una cálida acogida, pronto se cansó de aliviar sus indómitas penurias de bohemio, por lo que la relación acabó por enturbiarse 2 .
     De esas penurias –y, al parecer, de otras muchas- da cuenta Bóveda en su poemario, al que define en el «Ante-prólogo» como «libro de ensueños y de esperanzas», donde se «halla confundido [...] el historial romántico y rebelde de mi juventud»; un «historial» que irá desgranando en varios poemas consagrados a la exhibición de un yo lírico «doliente» hasta la saciedad: en pos de la «Santa Quimera» (p. 30) había partido su «pobre alma soñadora, ebria de Poesía» (p. 60), pero no tardó en sentir su «carne comida en la miseria / en las horas eternas de las noches sin lecho», convirtiéndose así en «trágico peregrino del Harapo y del Hambre» (p. 92). Menos «canalla» que el de Manuel Machado será el lacerante «cantar» que, arrogándose virtudes apostólicas, dedicará a las rameras y hampones en los «cafetines» de su particular «Nocturno madrileño» 3; quizá porque, como el Valle-Inclán del «Auto-retrato», se precia de tener «un ala de anarquista y otra ala de santo» 4 : 
 
Y fui hampón una noche y otra noche anarquista
y sentí la añoranza de una bomba en mi mano,
y fui, más tarde, artista
vagabundo y mundano.

Eran los cafetines mis ocultos cenáculos;
a rameras y hampones les dije los oráculos
de un religioso libro de humana devoción.

Partí con los bohemios mi pan empobrecido, 
y, al pensar en mi vida, el dolor he sentido
de tener corazón. (p. 92)

     Desgarrada por «una profunda herida / trazada por el trágico puñal del sufrimiento» (p. 75) ha visto perecer su juventud, trocando su alma en la de un «anciano caduco y achacoso, con reuma y con “esplín”» (p. 10) Naturalmente, y en sintonía con la inspiración marcadamente modernista del libro –en el que resuenan ecos de Juan Ramón Jiménez, Carrère, los Machado, Valle-Inclán y sobre todo Rubén Darío-, no es difícil reconocer en estas palabras la típica pose bohemia y melancólica del Decadentismo. No obstante, por los datos biográficos de que disponemos y a juzgar por la honda pesadumbre que destilan sus versos, salta a la vista que la infancia y la primera juventud de Xavier Bóveda no fueron precisamente un camino de rosas..
     Nacido en Gomesende el 31 de enero de 1898 y trasladado a Orense unos meses después, a los 10 años perdió a su padre, lo que originó graves problemas económicos a la familia, privándole así de la posibilidad de cursar estudios regulares. Según afirma Antonio Couceiro Freijomil en el «Prólogo» del Epistolario..., «Xavier Bóveda no es ciertamente un erudito de la literatura», pues «ignora lo que es una concatenación, una epanadiplosis, una similicadencia», pero «en cambio, sabe leer a los excelsos maestros de la poesía« (pp. 22-23). Y a la lectura y a ejercitar su naciente vocación poética debió de dedicar las horas libres mientras trabajaba como recadero en un café de Orense, donde una noche del año 1915 tuvo la oportunidad de leer su primer poema, «Las Cruces Rurales», que vio impreso en la revista madrileña Nuevo Mundo 5. A partir de aquí empezó a colaborar en La Voz de Galicia: Diario de Orense, hasta que decidió probar suerte en Madrid. Tras la decepción sufrida con Carrère y habiendo descendido al inframundo de la bohemia de la mano de su buen amigo Pedro Luis de Gálvez, se aproximó al círculo de intelectuales de la Casa de Galicia, donde se relacionó con Novoa Santos y sobre todo con el político conservador Basilio Álvarez. Simultáneamente publicó algunos poemas en La Esfera, a cuyo director, Francisco Verdugo Landi, dedicó los versos de homenaje a Valle-Inclán.
    Aunque no sabemos en qué momento exacto conoció al autor de las Sonatas, lo cierto es que el encuentro hizo mella en el joven orensano, posiblemente seducido ya por la fascinante personalidad del «Gran Don Ramón», una devoción que le acompañaría toda la vida. Años después relatará el episodio, que mucho tuvo que ver con la futura grafía que adoptará su nombre de pila:

Le visité [a Don Ramón]. Me trató afablemente. Me dedicó sus libros. Al poner mi nombre en la dedicatoria escribió Xavier con X. Yo, que hasta entonces había firmado Javier con J, acepté aquella X valleinclanesca y me convertí en Xavier con gran satisfacción suya. «El poeta, como el toro -me decía después en su tertulia del café- siempre debe obstentar [sic] una divisa» 6 .
    En abril de 1917, convertido pues en Xavier, regresó a Galicia con la esperanza de mejorar su status buscando la protección de los sectores adinerados de su ciudad. Ese mismo año publicó El madrigal de las hermosas: semblanzas de mujeres orensanas, bajo el mecenazgo del político aristócrata Gabino Bugallal, y el Epistolario, financiado por un dentista ruso, Wladimiro Dainow, cuya hermana o al menos pariente próxima constituye con toda probabilidad la evanescente «Amada» que inspira buena parte de los versos del segundo poemario. No tardó nuestro poeta en vincularse al denominado «Cenáculo ourensano» auspiciado por Vicente Risco, quien en el mes de junio fundara la revista La Centuria, en la que colaboraron, entre otros, Otero Pedrayo, Eduardo Blanco-Amor, Primitivo R. Sanjurjo y Antonio Rey Soto. En Centuria publicó Bóveda varios poemas de acentos netamente modernistas, al estilo de los sonetos y madrigales del Epistolario. En líneas generales, la concepción del poeta como guía de la humanidad, la atracción por el decadentismo y lo esotérico –en una línea que recuerda al Valle-Inclán de La lámpara maravillosa-, junto a un declarado neoceltismo rimaban bien con el estilo bovediano 7. De hecho, años más tarde el escritor orensano describiría su visión de la poesía en términos muy similares, deudores del idealismo romántico, según han destacado Luis Martul, C. Luna y M. Golán en su valiosa aproximación a la vida y obra de Xavier Bóveda 8.
     Un desafortunado incidente en el Ateneo de Ourense, que evidenció su condición de desclasado frente a la aristocracia social de la ciudad, le impulsó a un nuevo viaje a Madrid en octubre de 1917, esta vez bajo la protección del conde de Bugallal, quien le asignó una pensión mensual. Su firma aparecerá de nuevo en La Esfera, así como en Prensa Gráfica, El Parlamentario y Los Lunes de El Imparcial. Pronto empezó a frecuentar la tertulia de «El Colonial» y, a instancias de su pontífice, Rafael Cansinos Assens, el nombre de Xavier Bóveda quedará unido al incipiente ultraísmo.
     En efecto, la entrevista que en diciembre de 1917 realizara a Cansinos su contertulio gallego para El Parlamentario supuso el pistoletazo de salida de «Ultra. Un manifiesto de la juventud literaria», firmado, entre otros, por Pedro Garfias, Rivas Penedas, Guillermo de Torre y Xavier Bóveda como cabeza de lista. El manifiesto se publicó en dos revistas de orientación ultraísta, Grecia (15 de marzo de 1919) y Cervantes (noviembre de 1919), donde Bóveda colaboró con cierta asiduidad, pero, contra lo que cabía esperar, sólo un par de poemas «El tranvía» y «Un automóvil» se adecuaban a los presupuestos que él mismo había suscrito; ni siquiera la serie «Poemas del Ultra», editados en la revista Perseo en mayo de 1919, tenían demasiado que ver con el título del epígrafe. En rigor, su adhesión al nuevo movimiento fue más teórica que práctica y, además, muy breve, como el propio Bóveda reconocía en una entrevista de 1926: «yo me separé del movimiento ultraísta poco después de su iniciación: sin renegar de él, he permanecido alejado» 9. Aunque no llegara a secundar el anatema del Max Estrella de Luces de bohemia –«Los ultraístas son unos farsantes»-, lo cierto es que –en palabras de Cansinos-Assens- pronto «se apeó resueltamente del tranvía ultraico para dedicarse a cantar los pinos de Galicia» 10, adonde regresará en 1920 para emprender una gira de recitales poéticos y retomar ese neorromanticismo de acentos célticos que alentara el grupo de La Centuria. De esta etapa son los poemas contenidos en tres nuevos libros impresos en 1922: La Luna, el alma y la amada, Los poemas de los pinos y De los pazos gallegos.
     Y es que –recurriendo de nuevo al testimonio de Cansinos- «Bóveda no ha perdido su fondo regional, galaico»; admira a Rosalía de Castro y a Curros Enríquez y «pone por encima de todos sus contemporáneos a Valle-Inclán, del que también recita trozos de su Ádega, y es, en suma, un panegirista y un apóstol del celtismo gallego: -Yo soy un celta –dice con orgullo y buena fe absoluta» 11. No obstante, al igual que el escritor arosano, preferirá expresar su galleguismo en castellano, lo que le llevará a entablar «discusiones exaltadas y pintorescas» con el también gallego y por entonces ultraísta Evaristo Correa Calderón:
Bóveda no cae en el extremo separatista de su paisano Correa Calderón, un universitario con lentes, que niega todo lo ibérico, se declara gallego enxebre [...], es miembro de A Irmandade da Fala y escribe artículos en gallego con ayuda del diccionario 12.
     Tan poco afecto era Bóveda como Valle-Inclán a las aspiraciones del revitalizado nacionalismo gallego. En un artículo aparecido en 1920 desde las páginas de A Nosa Terra, órgano de las Irmandades, Vicente Risco, enconado nacionalista, arremetía contra Valle y su nefasta influencia sobre un grupo de jóvenes escritores gallegos anclados en un modernismo trasnochado y poco dispuestos al uso literario de su lengua vernácula 13. Lo mismo hará el poeta Manoel-Antonio en la virulenta sección «Pollitos bien» del célebre manifiesto Mais Alá (1922) 14; a buen seguro que debió de pensar en Xavier Bóveda como conspicuo integrante de aquella «Xuventude Imbécil de Galicia» que, fascinada por la personalidad y el prestigio literario de Valle-Inclán, entraba «a estrago pol-a fala meseteira», esto es, escribía en castellano. De hecho, muchos años después y tras haber luchado por hacerse un nombre entre los literatos «meseteiros», Bóveda reivindicaba con fervor una cultura gallega en español, y, claro está, ahí estaba el magno ejemplo del maestro Valle-Inclán:
Ista cultura non pode, nin debe ser parcial, quero decir limitada, estricta e rixudamente a nósa lingoa. A Galicia escrita en esplendoroso español por Valle Inclán (por citar un só mestre) ten que ter as mismas prerrogativas, los mesmos fueros de que gozan os clásicos qu’esquirbiron na fala patrea 15.
Retrato y autógrafo de Xavier Bóveda    Mucho había cambiado la vida de aquel humilde recadero de café cuando pronunciaba estas palabras. En 1923 emigró a Argentina, donde permaneció hasta poco antes de su muerte, acaecida en Madrid cuarenta años después. Allí colaboró en diversos periódicos y revistas –entre ellas, Síntesis, de la que fue director- e inició una rutilante carrera como conferenciante y después como periodista de radio. Vinculado al colectivo gallego de Argentina, mantuvo estrechos contactos con exiliados de su tierra, como Luis Seoane, Rafael Dieste y Castelao; presidió el Primer Congreso de la Emigración, celebrado en 1956, y llegó a escribir en gallego algunas conferencias –como la arriba citada- e incluso algún poema. Sin embargo, su objetivo prioritario fue siempre consagrarse como escritor en castellano, e incluso afirmaría en más de una ocasión que el gallego es un dialecto y Galicia, una región, lo que le valió la animadversión de los sectores más izquierdistas 16.
     Aun cuando en 1934 publicó un meritorio libro de poemas, Cantos de la aurora y de la noche. Integración del hombre, su labor creativa se proyectó básicamente en el ámbito ensayístico y en el teatral. Entre sus libros de ensayo destacan Tierra Nativa. Emociones (1928), Esencia de lo español y otros temas (1929), Humanismo español (Significación histórica y cultural de España) (1934) y Tertulias literarias (1935). Su tardía afición a la escritura dramática se vio recompensada por el estreno de algunas de sus obras, como la farsa Laura busca un amante (1936), la tragedia de acentos lorquianos Tierra dura (1938) o Galicia madre (publicada en 1944); esta última, que consiguió ver representada por la prestigiosa compañía de María Guerrero, a juicio de Luis Martul et al. «non pode ocultar a súa filiación co Valle-Inclán das Comedias Bárbaras»17.
     Es evidente que en todo este tiempo la juvenil admiración por aquel Don Ramón de «mirada mística» y «barba de Santo» no había cedido un ápice. «Su obra de poeta genial está hecha para la eternidad y sobrevivirá largamente» –sentenciaba Bóveda en 1936 18, cuando habían transcurrido veinte años desde que profetizara que «esas barbas que Rubén llamó de chivo» habrían de «recibir del Futuro el justo vasallaje». El tiempo se encargaría de ratificar aquellas palabras estampadas en un emocionado homenaje de juventud, donde reverberan, notablemente glosadas, algunas bellas páginas de Sonata de invierno y Voces de gesta. Y, por encima de todo, queda inmortalizada en todas estas «rimas» la «sombra ancestral» de Valle-Inclán y de su insobornable alma gallega.
 


DON RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN

(POEMA)
 
 

A D. Francisco Verdugo Landi
Director de «La Esfera»
 
 

Maestro:
                        En pago a tanta generosidad y a tanta gentileza, dígnese V. a aceptar esta modesta, pero sincera ofrenda de admiración y respeto.
 
 

DON RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN

SEMBLANZA

I

    Por su mirada mística y su barba de Santo
creyéralo un asceta arrancado de un plinto;
o un mago de los rancios tiempos de Carlos Quinto,
sabático y vidente. Por su sombrío manto,
dame la sensación de un viejo peregrino
que en los mesones trova sus cántigas de halago
a la moza que dona su pan y el áureo vino
al místico romero de mi Señor Santiago.
Es manco, cual Cervantes; y Señor de este siglo;
de los Pazos gallegos trajo el brujo vestiglo;
una sombra ancestral por doquier le acompaña.
(Yo créole capaz de desechar los miedos
y ponerse a mirar, con sus grandes quevedos,
en la noche, el desfile de la Santa Compaña).

 

EL GESTO
 

II

    «Corta, doctor, -le dijo- de mi cuerpo este brazo
que pudre tristemente, preso de la gangrena»...
El muñón se dolía... pero, en la faz serena
de Don Ramón, jamás pintó el dolor su trazo.
Ajeno al sufrimiento; con un desembarazo
muy digno de su Raza, singular entre humanos,
atusaba sus barbas, de hilos entrecanos,
recordando los foscos lebreles de su Pazo.
«¡Qué buen festín -pensaba- para aquellos guardianes
que oponen sus colmillos a los fieros desmanes
de los lobos hambrientos!»... Y fruncía su ceño.
El doctor le miraba pasmado; de hito en hito,
meditando ¡cuán grande puede ser lo precito!...
¡Y, Don Ramón, ya manco, permaneció risueño!

 

«ESTE GRAN DON RAMÓN»
 

III

    Este Gran Don Ramón, debiera ser eterno;
pasear eternamente su figura de asceta
sin que sintiera nunca el rigor del invierno
y floreciera siempre su Lira de Poeta.
Vivir siglos y siglos. Humanamente vivo
recibir del Futuro el justo vasallaje;
y que esas barbas que Rubén llamó de chivo
dieran la sensación de un nevado paisaje.
Es tremendo y absurdo, meditar en el fin
del Padre del galante Xavier de Bradomín:
¡Y, sin embargo, un día, emprenderá su viaje!
Pero el Gran Don Ramón es Grande de tal suerte,
que en el Momento Cumbre, ¡aún de la misma Muerte!,
se habrá de reír; con ese su irónico visaje.

 

LA OBRA

«El marqués de Bradomín»

IV

    Cuantas damas le vieron, cuantas se enamoraron
de su regia y gallarda apostura galante;
y, en la noche, en el lecho perfumado, soñaron
con los besos febriles del Caballero errante.
Marqués y aventurero, supo poner su emblema
por encima de todos los timbres más donosos,
y en las veladas fue siempre su nombre, tema
de todos los románticos ensueños amorosos.
Gustó, de manos de Eva, la sabrosa manzana;
Amó un amor de ensueños, como Villamediana;
pero al revés de aquél, no puso en su blasón
de su eterna imposible las distinciones reales...
Ofrendó a las hermosas floridos madrigales
¡pero guardó un secreto dentro del corazón!


V
    Cuéntase que una noche quejósele una dama
de su poca firmeza en sus muchos amores.
Y diz que el Marqués dijo: «Mi corazón solo ama
a una mujer, que es Reina...¡de todos los dolores!
«Blanca mujer que tiene una precita
ánfora, que nos dice de un placer no gustado»...
-Xavier: ¿Acaso amáis [a] la Reina Margarita?
-«Señora, de Ella, soy...no más que fiel soldado.»
Dijo, y, luego, terciando su capa a la española,
marchóse: La Condesa quedó en la estancia, sola...
Sola y ajena al sordo murmullo de la grey
carlista, que en las calles, ebrias de algarabía,
saludaba las rojas luces del nuevo día
con los cantos marciales de los «Himnos al Rey».

 

«VOCES DE GESTA»

Tibaldo

VI

    Sobre el duro asiento de la tierra seca, cara al sol, Tibaldo
labra con sus manos, cansinas y mustias, el cuerno de un toro;
bajo la gran sombra de un roble que ofrece su recio respaldo,
mientras Febo pasa sobre las montañas derrochando su oro.
Este viejo sabe de muchas historias... En su blanca barba,
hase congelado de los años muertos la eterna invernada.
Cabe del abuelo, sobre el tronco rudo del roble, una larva,
anuncia del árbol foral y patricio, la vida finada.
Llegan los cabreros: «Escuchad, amigos:
Tened en las chozas maizales y trigos».

-Abuelo Tibaldo, ¿temes al invierno?
«Debe la Castilla defender sus fueros.
Yo os convoco a todos, sufridos cabreros,
cuando el viento parta la voz de mi cuerno!».


Ginebra
VII
    Hembra rural que tiene la gesta y la grandeza
del alma de los Cides y los recios Caudillos,
que, en los tiempos heroicos de una antigua nobleza,
para la guerra hacían lanzas de los rastrillos.
En el antro sombrío de su eterna ceguera,
alma de tradición, mística y visionaria,
forja el épico sueño de una roja quimera,
que es rosal que, más tarde, se trueca en pasionaria.
Espíritu que encarna, cual los antiguos nobles,
en defensa del fuero, la fuerza de los robles
nacidos en los rojos solares castellanos.
Mientras que llora su alma una vieja tristeza,
ofrenda al Rey Carlino la truncada cabeza
que bautizó con sangre los lirios de sus manos.


EL REY CARLINO

VIII

   Del abuelo Tibaldo la sonora bocina,
dio sus voces de gesta a los rudos cabreros,
los que, ya reunidos en torno de la encina,
trocaron sus cayados en picas de guerreros.
Y en lucha con las lanzas lunadas, los bisarmas
y los fieros soldados, que cual rudos tritones
daban al sol naciente los filos de sus armas,
los mansos gerifaltes trocáronse en halcones.
Y oponiendo sus pechos, desnudos, al acero,
teniendo por enseña la defensa del fuero,
defendieron heroicos, de su buen Rey la vida.
Pero una roja tarde, por el largo camino,
Portado en un escudo, pareció El Rey Carlino,
rota la su lanza, y el costado abierto por mortal herida.

 

ENVÍO

IX

    Dignáos recoger, Don Ramón, el presente
Poema, que os envía, como sincera ofrenda,
un trovero de un siglo que doró la Leyenda
de un Manco, que ha perdido su brazo por valiente.
Preso del Mal de ensueño, del Mañana creyente,
pienso que he de encontrar para mi herida venda.
A Vos, Señor, entrego el rosal de mi senda:
¡Sed bueno y compasivo con este penitente!
Y si tan grande fuera, Don Ramón, el pecado,
pensad que, como vuestro inmortal ¡Malpocado!,
el autor de estas rimas de lazarillo viene.
Y a fe de Dios os digo -podéismelo creer-
que os piden Margarita, y el Marqués Don Xavier,
que la Vuestra Sentencia, Señor, no me condene.
(Fixeno en Madrid, no mes d’Octubre, d’o ano morto de 1916)

(Xavier Bóveda, Epistolario romántico y espiritual. Rosario lírico y otros poemas, Orense, Imp. de la Región, 1917, pp. 105-113)



 
 
NOTAS
1 Xavier Bóveda, Epistolario romántico y espiritual. Rosario lírico y otros poemas, Orense, Impr. de la Región, 1917.
2 Rafael Cansinos-Asséns, La novela de un literato (Hombres-Ideas-Efemérides-Anécdotas), vol. II: 1914-1923, Madrid, Alianza Tres, 1985, p. 155.
3 «De un cantar canalla / tengo el alma llena»; con estos célebres versos arranca “Nocturno madrileño”, incluido en El mal poema (1909) de Manuel Machado, cuya influencia en algunos textos del Epistolario... de Bóveda es, a mi juicio, bastante notoria.
4  Ramón del Valle-Inclán, Obra completa, vol. II: Teatro. Poesía.Varia, Madrid, Espasa-Calpe, 2002, p. 1777. Nunca recogido en libro, este poema se publicó por vez primera en El Liberal en febrero de 1908.
5   La información biográfica que utilizo en esta presentación procede fundamentalmente del extenso estudio, a cargo de Luis Martul, Carmen Luna y María Golán: Xavier Bóveda, Belezas locais, bohemia e aventura emigrante: colectánea de textos inéditos, Santiago de Compostela, Concello da Cultura Galega, 2002.
6 Mundo argentino (29-I-1941); apud Ibíd., p. 29, n. 39.
7 Vid. sobre esta revista, el artículo de Juan Ribera Llopis y Olivia Rodríguez González, «O Modernismo do Cenáculo de Ourense e a atención ós modelos catálans», en Javier Serrano Alonso et al., Literatura modernista y tiempo del 98, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2000, pp. 529-543.
8 Op. cit., p. 41 y ss.
9 Op. cit., p. 32.
10  Rafael Cansinos-Assens, «Para los Poemas de los pinos, de Xavier Bóveda», Grecia, XXV (1919), p. 11; cit. por Gloria Videla, El ultraísmo. Estudios sobre movimientos poéticos de vanguardia en España, Madrid, Gredos, 1971, p. 161.
11 La novela de un literato, Op. cit., p. 157.
12 Ibíd., p. 158.
13 Vid., sobre el tema, Xoán González-Millán, «Valle-Inclán en A Nosa Terra: la actitud crítica de Vicente Risco», en Nicasio Salvador Miguel (ed.), Letras de la España Contemporánea. Homenaje a José Luis Varela, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1995, pp. 185-193.
14 El lector puede leer el manifiesto y su traducción al castellano en «Valle a través de Manoel-Antonio», por Juan Varias en El Pasajero. Revista de estudios sobre Ramón del Valle-Inclán, nº 11, estío 2002.
15  El texto forma parte de la conferencia «Homenaxe á nai galega», pronunciado en el Centro Galego de Buenos Aires el 23 de julio de 1953; repr. en Luis Martul, et al. (eds.), Op. cit., p. 120.
16 Vid. Ibíd., p. 57.
17 Ibíd., p. 86.
18  Estas palabras figuran en una conferencia sobre Valle que fue publicada en el periódico bonaerense Crítica el 20 de setiembre de 1936; las reproduce Xosé Luis Axeitos en su reciente artículo «O valleinclanismo na cultura galega», Cuadrante, 8 (xaneiro 2004), p. 14.


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El Pasajero, primavera 2004