Luces de Bohemia en el Bellas Artes

Juan Trouillhet Manso

Universidad Complutense de Madrid

 
Luces de bohemia, Teatro del Temple    Luces de Bohemia es, sin lugar a dudas, una de las obras de teatro más paradigmáticas de Valle-Inclán y una de las obras más importantes del teatro español. Y sin embargo, es una de las menos representadas. Mientras Shakespeare, Ibsen o Chejov no dejan de visitar los teatros españoles, y disfrutamos de infinidad de versiones de sus obras, aún estamos lejos de que suceda lo mismo con los dramas de Valle-Inclán. Cuando en 1920 publica Luces de bohemia, junto a Divinas palabras, la Farsa de la enamorada del Rey, la Farsa y licencia de la Reina Castiza o un año después Los cuernos de don Friolera, Valle-Inclán abanderaba la renovación teatral española, a pesar de vivir alejado de la escena comercial del momento y de sufrir la constante descalificación de sus dramas como irrepresentables. Victima de una perniciosa disociación entre teatro renovador y comercial, sus dramas no tenían cabida en la industria teatral del momento y cuando pudieron representarse no aguantaban más que un par de noches en cartel. Tal como llegó a reconocer el propio Valle-Inclán, su “momento” teatral aún no había llegado. Pasaron más de 40 años hasta la primera representación profesional de Luces de bohemia, y tuvo que ser en Paris, el 21 de marzo de 1963, gracias al Théâtre National Populaire de Jean Vilar. En España aún hubo que esperar unos años más, superar la censura franquista y contar con el denodado esfuerzo de José Tamayo para verla sobre el escenario de la Compañía Nacional de Teatro Bellas Artes en 1970. Ya en democracia Luces de bohemia ha contado en España con las representaciones de Luís Pascual (1984), de nuevo Tamayo (1996), Helena Pimienta (2003) y recientemente Carlos Martín (2009).

    Si durante la época de Valle-Inclán una obra como Luces de bohemia, no tenía cabida en las salas comerciales, porque sencillamente no se acomodaba a los gustos ni a los criterios de empresarios, cómicos y público; en la actualidad su ausencia no tiene explicación, ni justificación posible. Y si se mantiene el ritmo de representaciones de los últimos 30 años, tendremos que esperar al menos otros siete años para su siguiente puesta en escena en un gran teatro. Sin embargo, ¿Cuantos Hamlet hemos vistos en los últimos años? ¿Por qué no podemos disfrutar de tantas y tan diversas representaciones de Luces de bohemia? Desde luego que no es una obra fácil, pero, entre otras cosas, su última puesta en escena, a cargo de la compañía del Teatro del Temple, ha demostrado que con tan sólo ocho actores, sin alardes escenográficos y con una dirección y unas actuaciones solventes, la obra funciona. elenco de Luces de bohemia, Teatro del TempleEl resultado han sido 33 representaciones con el teatro del Círculo de Bellas Artes lleno en todas las funciones, y con un éxito de público muy similar en la gira realizada tanto por los teatros de la Comunidad de Madrid como por otras Comunidades Autónomas. Las reseñas en los periódicos en general han sido positivas, aunque se ha echado en falta alguna crítica que en profundidad analizará todos los aspectos de la representación. La mayoría han repetido las notas de prensa de la compañía o las informaciones de los teletipos, destacado positivamente el éxito de público, la acertada dirección de Carlos Martín o la fidelidad al texto.

    La compañía aragonesa del Teatro del Temple dirigida por Carlos Martín presentó en el Teatro Bellas Artes de Madrid 1 un espectáculo sencillo, algo plano, “desnudo” en palabras de la propia compañía. Una serie de estructuras metálicas móviles, que funcionaban como paneles o probadores con chaquetas colgadas, a los que se añadían varias mesas y sillas, marcaban los diferentes espacios: la casa de Max, la librería de Zaratustra, las calles, los cafés, la prisión de gobernación, el despacho del ministro, la redacción de un periódico, etc. De manera que el movimiento itinerante de los protagonistas se reducía a un cambio en la posición de las estructuras metálicas, con lo que o caminaban en círculos o seguían los espacios que generaban las estructuras metálicas. El resultado era cierta sensación de inmovilidad en la odisea nocturna de los protagonistas. Las chaquetas colgadas aunque añadían una pequeña nota de color, no evitaban la frialdad de la mayoría de las escenas. El vestuario aumentaba aún más esta sensación al mantener un tono dominantemente gris, que seguramente pretendía mostrar la atemporalidad de la obra, pero que finalmente resultaba monótono e impedía distinguir bien a los personajes. Las luces en la línea de la sobriedad general, tampoco ayudaban a marcar bien los espacios, ni el discurrir de la noche hasta el alba, así como tampoco mejoraban la ambientación. Luces de bohemia. Teatro del TempleSin embargo, la música original de Miguel Ángel Remiro si acompañaba mejor los cambios de escenas y los diferentes tonos, aunque quizás se abusaba de ella en los momentos más trágicos en los que no era necesaria. Por todo esto, como advertía también Juan García Chico en su reseña para ABC (5-IX-2009), con esta pretendida «desnudez» y «sobriedad», lo que consiguen es que el espectáculo se quede, sobre todo, «corto en lo estético».  En lo que respecta a la actuación, hay que destacar el esfuerzo de los ocho actores que consiguen sacar a flote una obra de más cincuenta personajes, lo cual ya es todo un merito. Ricardo Joven en el papel de Max Estrella resultaba bastante convincente, con momentos brillantes, de una “grandiosidad” shakesperiana, como en la escena con el anarquista o en la muerte de Max, pero decaía en las escenas más cómicas y satíricas. Claro que no le ayudaba su compañero Pedro Rebollo como Don Latino, quien no le ofrecía un buen contrapunto. Con un tono monocorde de borracho y con un acento que hacía incomprensibles algunas de sus frases, difícilmente podía acompasar a la tragicomedia esperpéntica de Max. El resto de interpretes estuvieron más que aceptables, especialmente Gabriel Latorre, quien se desdobló brillantemente en el redactor don Filiberto y Don Paco el ministro, entre otros. También a mi parecer resultó decepcionante el personaje de Rubén Darío, que excesivamente delgado y lánguido, no resultaba convincente para dar respuesta a Max o al Marques de Bradomín. En general, la dirección de Carlos Martín se puede calificar de correcta, aún a pesar de no conseguir marcar bien los diferentes tonos y registros que exige el esperpento. La sensación era la de estar presenciando un esperpento “light”, apto para todos los públicos. Además su planteamiento reduccionista, nos privó de algunas escenas memorables, como las que protagonizan el coro modernista, que reducido a dos voces difícilmente podía mostrase como verdadero coro y marcar las repeticiones de tres en tres.

Luces de bohemoa. Teatro del Temple    En definitiva, es de muy agradecer la representación del Teatro del Temple de Luces de bohemia, pues ha demostrado dos cuestiones esenciales: en primer lugar que si nos atenemos al éxito de público es una obra de gran actualidad; y en segundo lugar que manteniendo fidelidad al texto, con los mínimos elementos escenográficos y con un reducido grupo de actores, la obra funciona. Se podrá optar por una puesta en escena más o menos complicada, o por dar más peso a la escenografía, se podrá interpretar mejor o peor, pero cómo señalaba ya hace tiempo Eduardo Haro Tecglen, esta obra, con este texto excepcional, «está por encima de una mala dirección y una mala interpretación». Tampoco esta representación de Luces de bohemia ha aportado luz a la cuestión del esperpento. Pues como ha ocurrido en la gran mayoría de representaciones sobre los dramas esperpénticos, se ha preferido evitar aclarar en que consiste este arte teatral. Seguramente porque no se tiene una idea clara de lo que es, ni de lo que implica teatralmente. Quizás, la recién estrena película Esperpentos de José Luís García Sanchéz nos aclare algo, o bien las tres piezas del Retablo de la avaricia lujuria y muerte que se representan en el teatro Valle-Inclán de Madrid nos puedan dar más pistas, pero eso lo veremos en próximo número de El Pasajero, al que emplazamos a todos los interesados en este tema. Esperemos también que el ejemplo del Teatro del Temple anime a otras compañías y podamos disfrutar regularmente de muy distintas puestas en escenas, de la que es una de las mejores obras de nuestro teatro. 

Juan Trouillhet
abril 2009

NOTAS

1. La versión de Luces de bohemia realizada por esta compañía fue estrenada en el Teatro Principal de Zaragoza el 25 de septiembre de 2007 y tras una larga gira por provincias durante el 2008, se representó en la Sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid entre el 8 de Enero y el 1 de Febrero del 2009. 



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                                                                                                                                                               El Pasajero, núm. 24, 2009