Francisco Madrid y las conferencias bonaerenses de Valle-Inclán de 1910


Jesús Mª Monge

(T.I.V.-U.A.B.)
                                                                                                                                           

A Javier Serrano Alonso, in memoriam


Francisco Madrid Alier (Barcelona, 1900- Buenos Aires, 1952) publica en 1943 La vida altiva de Valle-Inclán (Buenos Aires, Ed. Poseidón, 1943), donde por primera vez divulga y recopila las conferencias que el autor gallego impartió en Buenos Aires en junio y julio de 1910. Recientemente se ha publicado la primera edición española, editada y anotada por el Taller de Investigaciones Valleinclanianas (TIV-UAB) (Ed. Renacimiento, 2024). Resultado de ese trabajo es el presente artículo, que incluye consideraciones y reflexiones que no tenían cabida, por razones obvias, en la nueva edición de La vida altiva de Valle-Inclán [Madrid, 2024]
1.

El periodista catalán dedica una parte importante de La vida altiva a la estancia de Valle-Inclán en La Argentina. En el capítulo homónimo, describe con maestría cinematográfica el ambiente festivo y bullicioso de Buenos Aires, que conmemoraba el Centenario de la Independencia Argentina, y al que llega Valle-Inclán con su mujer, Josefina Blanco, actriz de la compañía teatral de García Ortega de gira por el país y con Cuento de abril en el repertorio. Pero como el propio Francisco Madrid afirma la gira no funcionó, «los derechos de autor fueron escasos y el sueldo de la compañía, magro» [Madrid, 2024: 212], por lo que don Ramón aceptó la propuesta del Conservatorio Labardén para impartir una serie de conferencias ante público de pago 2. Las conferencias fueron finalmente cinco, por este orden: «El arte de escribir», «Los excitantes», «Semblanza de literatos españoles», «El modernismo» y «La España antigua». La importancia de estas conferencias  ̶  fundamentales durante décadas en la investigación valleinclaniana reside en su extensión y contenido, donde se manifiesta la concepción estética del escritor hacia 1910. Valle-Inclán repitió de forma más abreviada las mismas conferencias - excepto la de «Los excitantes», que solo pronunció en Buenos Aires- por otras ciudades argentinas, en Paraguay y luego en Chile [Garlitz, 2010] 3. Es plausible que don Ramón se preparara cada una de ellas, pero sus apuntes se perdieron durante el viaje a Paraguay, cuando parte de su equipaje se extravió entre el transporte fluvial y la aduana [Espejo, 2014: 51].

Treinta años después, el periodista exiliado Francisco Madrid utilizará el contenido de las reseñas periodísticas conservadas en los periódicos bonaerenses como material para su libro sobre Valle-Inclán. Las conferencias sobre «El arte de escribir», «Los excitantes», y «El modernismo» son tratadas por extenso, mientras que la última conferencia, «La España antigua», tiene una presencia testimonial [Madrid, 2024:212-230]. Asimismo, la disertación sobre «Semblanza de literatos españoles» constituye la parte fundamental del capítulo «Los Contemporáneos- Figuras Literarias- Siluetas artísticas» de La vida altiva.

Francisco Madrid era muy consciente de ser el primer recopilador del contenido de esas conferencias de 1910:

Desgraciadamente, don Ramon no escribía jamás sus conferencias y lo que ha quedado de ellas son las reseñas periodísticas, algunas casi taquigráficas. Porque sería una lástima que las palabras de don Ramon se olvidaran, y porque no todos pueden conseguir las colecciones de los diarios en que se publicaron, es por lo que transcribo en este libro las notas sobre las magníficas conferencias de don Ramon, salvándolas de un injusto olvido. [Madrid, 2024: 212-213]

Madrid inaugura, desde esta perspectiva tan lúcida, la incorporación de las conferencias valleinclanianas como material imprescindible para comprender la estética del autor gallego. Javier Serrano Alonso [2017: 113] lo consideró por ello un “moderno” en 1943, por ser el primer editor de las disertaciones de Valle-Inclán, pese a que en ningún momento citara el origen de las reseñas periodísticas.

Hoy gracias al repositorio digital del Archivo Valle-Inclán de la Universidad de Santiago de Compostela (https://www.archivodigitalvalleinclan.es) podemos acceder a las reseñas conservadas de las citadas conferencias y estudiar cómo Francisco Madrid las trabajó para incorporarlas al capítulo argentino de La vida altiva de Valle-Inclán.

Francisco Madrid utiliza como texto base para todas las conferencias las reseñas publicadas en La Nación (Buenos Aires) y solo en la del «Modernismo» ensamblará fragmentos de las aparecidas en El Diario Español (Buenos Aires). Las reseñas del primer rotativo se explican, porque fue un joven redactor del periódico el encargado de acompañar a modo de guía a Valle-Inclán por Buenos Aires y al que también se le encomendó recoger el máximo de información sobre las conferencias. Se trataba del joven redactor Gustavo Caraballo, que había publicado un artículo elogioso sobre Valle-Inclán y a quien el autor gallego quiso conocer y premiar de alguna manera. En 1966, Gustavo Caraballo rememoró las palabras de Valle-Inclán en el despacho del director de La Nación, Luis Mitre:

Me llamó don Luis a la Dirección. Allí estaba, de pie, un hombrecillo, vestido de negro, de largas barbas monjiles, gruesos lentes de carey que delataban su miopía […] y una manga del saco que le colgaba como un pelele, denunciando el brazo ausente, perdido a raíz de una trifulca con Manuel Bueno […].

No me hizo ningún elogio, de esos que hinchan de vanidad a los literatos y a los periodistas. Solamente exclamó:

̶  Va a ser usted mi cicerone en Buenos Aires, y relator de mis conferencias: pero una cosa le pido, que no me presente Ud. a nadie. Yo vivo con mi mujer Josefina Blanco, en el Hotel Madrid, en la Avda. de Mayo. Allí lo esperaré. [Caraballo, apud AA.VV, 1966: 77-78]

Así pues, es normal que las reseñas de La Nación, redactadas por el joven Caraballo, constituyan el texto base no solo de lo publicado por F. Madrid en 1943, sino también del análisis y recopilación realizados con posterioridad en 1967 por Aurelia C. Garat, hasta llegar al exhaustivo y ciclópeo estudio de Javier Serrano Alonso en 2017.

No voy a entrar en el contenido específico de cada conferencia, sino en cuestiones textuales que evidencian la actitud y perspectiva de Francisco Madrid para legar a la posteridad, por primera vez, el pensamiento contenido en las disertaciones de Valle-Inclán. El periodista catalán realiza una doble función: por un lado y de manera preminente, elabora un gran reportaje periodístico, y en segundo lugar es el primer editor de las reseñas de las conferencias valleinclanianas, pero en el exilio, hecho contextual no menor, como se verá.

Francisco Madrid elabora un magnífico reportaje periodístico con la intención de transmitir de forma casi cinematográfica y vívida lo sucedido en Buenos Aires con motivo de las fiestas del Centenario de la Independencia en 1910. La repetición constante de la admiración «¡Qué Buenos Aires aquel del año del Centenario!» en cada uno de los párrafos iniciales del capítulo argentino contribuyen a transportar al lector a aquellos años. Este estilo periodístico era intrínseco del periodista catalán, quien destacaba por sus crónicas vivaces y chispeantes, pero en realidad era consustancial al periodismo de los años treinta y cuarenta, cuando no existían todavía los medios audiovisuales. El periodista y escritor Alberto Insúa afirmaba en 1937 que «la crónica representa en literatura, lo que la Kodak en fotografía» [Insúa, «Alberto Insúa, llegado a Buenos Aires, se entrevista a sí mismo», El Hogar, 1937:5]. Tal es el resultado de la descripción, que realiza Madrid, del ambiente del banquete carlista al que acudió Valle-Inclán a modo de homenaje, el 24 de junio de 1910 [Madrid, 2024: 207-211].

Respecto a la primera conferencia reseñada, «El arte de escribir», cabe decir que fue publicada tres años antes en la revista Argentina Libre. Se trata de un artículo sin firma titulado «Cuando Valle-Inclán hablaba en Buenos Aires…», que contiene casi exactamente el texto sobre esta conferencia, que publicará en 1943 en La vida altiva. Este hecho y la existencia de una breve introducción, donde denuncia de forma explícita la represión franquista sobre los republicanos gallegos y que, tres años más tarde, con palabras muy semejantes cerrará el capítulo «Datos para una vida literaria» de La vida altiva de Valle-Inclán, inducen a pensar que Francisco Madrid fue el autor de las siguientes palabras:

Se ha cumplido hace poco el cuarto aniversario de la muerte de don Ramón del Valle-Inclán. El 5 de enero de 1936 cerró los ojos en un sanatorio de Santiago de Compostela, es decir, pocos meses antes de que estallara el cuartelazo de Franco; hijo de Galicia como el insigne autor de Tirano Banderas. En los “pazos”, a la sombra de los castaños, al pie de un muro, en cualquier parte, el odio armó pelotones de ejecución que hicieron palidecer a los propios trasgos y “meigas”; romance de lobos más bárbaro que ninguno puesto que era Caín el que celebraba las romerías del terror.

Muchos se preguntaron: ¿Cuál habría sido la suerte del irreductible don Ramón, cronista de carlistadas, pronunciamientos y otras verbenas de la “España negra”? ¿Qué hubiera dicho aquella voluntad insobornable junto a las rías de su infancia, al ver las aguas teñidas ahora por ese afluente con rumor de voces ahogadas, por ese brazo fluvial que arrastraba sangre de hermanos?

A continuación reproducimos algunos fragmentos de la conferencia que Valle Inclán pronunció en Buenos Aires hace treinta años.

[«Cuando Valle-Inclán hablaba en Buenos Aires…», Argentina Libre, 7-III-1940: 8] 4.

Y acto seguido el autor del artículo edita el texto de la conferencia, extraído de la reseña publicada por La Nación el 26-VI-1910, sin las intervenciones del periodista ni el elogioso discurso del presentador Ángel Estrada (hijo). Únicamente las palabras del autor gallego, la voz de Valle-Inclán.

Francisco Madrid, tres años después, incorpora este texto a La vida altiva [1943: 186], como la conferencia sobre «El arte de escribir» [Madrid, 2024: 214-217] y procede de igual manera, pero en esta ocasión, como editor más riguroso, señala con una línea de puntos – sustituida en nuestra edición por tres asteriscos  ̶  la elipsis de alguna frase introductoria existente en la reseña del periódico. Esta separación tipográfica la aplicará no tan solo en el resto de conferencias, sino también en otros textos periodísticos contenidos en La vida altiva de Valle-Inclán.

Como buen periodista, realiza una espléndida descripción del ambiente, del numeroso público asistente, distinguido y ávido de curiosidad por ser la primera conferencia, con abundancia de sacerdotes tradicionalistas, y menciona la extensa presentación elogiosa del escritor por Ángel Estrada (hijo). Todo ello resumido a modo de entradilla antes de la transcripción de la disertación valleinclaniana, a la que, con respecto a la reseña de La Nación, realiza leves modificaciones para cohesionar mejor el texto.

Es de agradecer que Francisco Madrid recogiera el contenido de la segunda conferencia valleinclaniana, que versaba sobre «Los excitantes» [Madrid, 2024: 218-224], ya que solo la pronunció en Buenos Aires y no en el resto de ciudades sudamericanas donde conferenció en su gira [Garlitz, 2010], seguramente por lo espinoso del asunto para un público mayoritariamente conservador 5.

Más allá de este hecho, lo cierto es que la conferencia contiene ya de forma embrionaria muchas ideas estéticas, que el autor desarrollará en La lámpara maravillosa y en obras posteriores, por lo que resulta muy interesante para observar el origen y desarrollo de muchos conceptos estéticos como la armonía de contrarios o la visión de altura del artista [Madrid, 2024: 220-223].

En la transcripción de esta conferencia, realizada a partir de la reseña de La Nación («Conferencia de don Ramón del Valle-Inclán. “Los excitantes”», 29-VI-1910: 9), Francisco Madrid cambia la voz narrativa en estilo indirecto del redactor de La Nación por el estilo directo, de tal manera que acerca al lector las palabras del autor gallego. Si el reseñador recogió «Del Valle-Inclán piensa en la regeneración de España por el ayuno», Madrid edita «Pienso en la regeneración de España por el ayuno».  Ello es más evidente cuando se refiere a los excitantes “inmorales”, donde no solo cambia a estilo directo los fragmentos de la reseña en estilo indirecto, sino que también emplea el plural de modestia para enfatizar la oralidad del discurso y aproximar al lector las experiencias de Valle-Inclán con los excitantes. Mientras que en la reseña de La Nación podemos leer:

Sin duda alguna la parte más interesante de la conferencia es la que trata de la influencia del haschich, cáñamo índico, en la literatura y especialmente en su obra.
Del Valle-Inclán declaró haberlo tomado en gran cantidad, sin saber sus consecuencias y por prescripción médica.  [La Nación, 29-VI-1910: 9]

Francisco Madrid edita:

Hablemos ahora de la influencia del haschisch, cáñamo índico, en la literatura y, especialmente, en mi obra.
Confieso que lo he tomado en abundancia, sin saber sus consecuencias, y por prescripción médica. [Madrid, 2024:221]

En este magnífico reportaje sobre esta conferencia, Madrid ejerce como editor corrigiendo una errata tipográfica presente en la reseña periodística. Cuando don Ramón se refirió a los ocho estados provocados por el ayuno en el retiro de una celda, en la reseña de La Nación (29-VI-1910: 9), «edificación» y «contemplación» aparecen duplicados. Madrid corrige el error y añade en su lugar «tránsito, deliquio» para completar la serie. El autor parece haber tomado estos sinónimos de La lampara maravillosa: «Contemplando a mi Madrina durante horas enteras, yo experimentaba una sola emoción [...]: Transito, Arrobo, Deliquio, Éxtasis» [Valle-Inclan, 2002: I, 1962]. Lo cual no sería de extrañar por cuanto F. Madrid fue un buen lector del ensayo valleinclaniano, tal y como demuestra en La vida altiva en el capítulo inicial, «Escenografía de don Ramón», con abundantes alusiones al tratado estético [Madrid, 2024: 53-58], y más tarde en el capítulo «Estética. Ideas. Conceptos. Imágenes literarias», repleto de pequeños fragmentos de La lámpara maravillosa [Madrid, 2024: 53-58]. Desde un punto de vista filológico, el añadido de Madrid lo copió Garat [1967: 103] sin citar la procedencia, lo cual ocasionó la extrañeza y perplejidad de Serrano Alonso [2017: 171 n. 9], porque no se hallaba en la reseña.

Y llegamos a la conferencia sobre «El modernismo», donde Madrid transcribe a partir de las reseñas de La Nación y de El Diario Español, pero incorpora también fragmentos de la publicada por este último rotativo sobre «El arte de escribir», en relación a la emoción estética, pero sin citar en ningún caso el origen de cada párrafo. Aunque Madrid afirma que es la tercera conferencia, en realidad fue la cuarta y en ella Valle-Inclán en 1910 reivindica el modernismo artístico español, donde concede mucha más atención a los pintores que a los escritores. Pero es en esta reseña sobre el modernismo cuando Madrid actúa como editor en y del exilio republicano español. El periodista exiliado silencia determinados artistas y escritores elogiados por Valle-Inclán en 1910, pero que treinta años más tarde no coincidían ideológicamente con Francisco Madrid. Es muy llamativo que ignore por completo a uno de los grandes amigos contertulios del autor gallego, me refiero a Ricardo Baroja, que, si bien no aparece mencionado en la reseña de La Nación, fue calificado por Valle como «el gran aguafortista después de Goya» en la reseña publicada por El Diario Español. En la misma edición de La vida altiva es tachado por F. Madrid como «mala persona» [Madrid, 2024: 334]. Quizás ello se debía a la inquina que sintió hacia Ricardo Baroja por su adhesión a la «política del general Franco», según afirmaría en uno de los artículos publicados en el diario Alerta de Cuba [Madrid, 2023: 140].

Otro de los pintores alabados por Valle-Inclán en esta conferencia de 1910 fue el vallisoletano Anselmo Miguel Nieto (1881-1964), pintor por excelencia del autor gallego, al que llegó a retratar por lo menos en siete u ocho obras [Serrano Alonso, 2015]. Sin embargo, Francisco Madrid silencia el anuncio que hace Valle-Inclán de la participación con dos obras, una de ellas el retrato de la srta. Carmen Baroja, del pintor vallisoletano en la Exposición de Buenos Aires, esto es, en la Exposición Internacional del Centenario de 1910, donde Anselmo Miguel Nieto obtuvo la medalla de oro. En la reseña de El Diario Español se recoge que para Valle-Inclán era «el más alto, el más puro, el más formidable y desconocido, dijo, de los pintores españoles contemporáneos» (6-VII-1910: 3), pero Madrid obvió tal declaración en La vida altiva, quizás por desinterés hacia su pintura o porque el pintor pucelano se convirtió en retratista de la aristocracia y de la alta burguesía – con especial atención a los retratos femeninos  ̶  a partir de la década de los años veinte, cuando con Julio Romero de Torres expuso en 1923 en el exclusivo Salón Whitcomb de Buenos Aires veintisiete obras. El crítico argentino Manuel García Hernández lo calificó como «el pintor de la aristocracia española» [Plus Ultra, nº 85, 8, 1923: 29-30]. Al iniciarse la Guerra Civil, Anselmo Miguel Nieto huyó de Ibiza, donde se hallaba, por temor a ser represaliado dadas sus amistades republicanas y se estableció durante cuatro años en Argentina primero, donde celebró dos exposiciones con gran éxito artístico y económico, y más tarde seis años en Chile, donde fue muy celebrado el retrato que realizó a su presidente Ríos. Esta vinculación comercial con la plutocracia hispanoamericana acaso hizo que Francisco Madrid apenas lo mencionara.  

Por último, Valle-Inclán se refirió en esta conferencia a los literatos modernistas. Según la reseña de La Nación el autor gallego citó entre ellos al escritor Ramón Pérez de Ayala, también amigo de Valle, pero Madrid en La vida altiva lo omite totalmente. Las razones de este silencio quizá se hallen en la postura de Pérez de Ayala frente al gobierno del Frente Popular y más tarde durante la Guerra Civil. El escritor asturiano había sido un firme defensor de la República, junto a Gregorio Marañón y José Ortega y Gasset crearon la Agrupación electoral «Al servicio de la República». Fue nombrado embajador en Inglaterra desde 1931 hasta abril de 1936, cuando dimitió de su cargo y su renuncia fue aceptada, según parece en desacuerdo con la política del Frente Popular y especialmente con la elección de Manuel Azaña como presidente de la República. Pomponio Mela recoge unas afirmaciones de Ayala sobre la República, meses antes de la guerra, que le transmitió el barítono Almodóvar a su regreso a Madrid desde Londres. Interpelado el embajador Ayala sobre la situación de la República, respondió:

Sí, hay algunos cerebros que valen; pero se los traga el vulgo del color rojo. A través de esta fina niebla londinense, me parece nuestro país una gran hoguera que han encendido los indígenas para sus ritos salvajes. No puedo aceptar esas teorías del marxismo. ¿Sabes por qué? Por elegancia espiritual. [Pompeyo Mela, «Figuras y contrafiguras del drama», La Libertad, 21-VII- 1937:4]

Aunque Ramón Pérez de Ayala firmó el 30 de julio de 1936, junto a otros destacados intelectuales y escritores, un manifiesto que afirmaba «que, ante la contienda que se está ventilando en España, estamos al lado del Gobierno, de la República y del pueblo, que con heroísmo ejemplar lucha por sus libertades» [«Adhesión», La Voz, 30-VII-1936: 1], lo cierto es que, primero desde París y luego desde Londres, mantuvo una actitud pasiva, por lo que se le calificó a él, a Marañón y Ortega, junto a Baroja, Azorín y Madariaga de ser unos «farsantes por callar o actuar como espectadores para “opinar” luego» en comparación con los corresponsables norteamericanos, Hemingway y Dos Passos, activos periodistas propagandistas de la causa republicana [Ahora, 25-IV-37: 11]. Además, una semana antes se recogía la información de un semanario franquista publicado en Marsella, Atalaya, donde se informaba de que los hijos de los tres fundadores del grupo «Al servicio de la República» eran falangistas [La Libertad, 17-IV-37:1]. La realidad era que el 25 de marzo de ese mismo año Ramón Pérez de Ayala había publicado en La Prensa (Buenos Aires) un artículo con un elogio desmesurado al general Franco por sus dotes de estratega y «sus cualidades morales», lo que le valió el calificativo en la prensa republicana de «gran sinvergüenza» [«Un gran miserable. Autorretrato de Pérez de Ayala», La Libertad, 3-VI-1937:1]. Desde ese momento será considerado un «seudointelectual» [Pompeyo Mela, La Libertad, 21-VII-1937:4] o «un pedante traidor», uno más de los «ayudantes de los verdugos que habiendo vivido de la nobleza de la República, la infaman y la ultrajan desde lejos» [Salvador Monsalud, El Liberal, 5-II-1939:1]. Por todo ello y teniendo en cuenta que Francisco Madrid era un exiliado republicano y azañista convencido   ̶ La vida altiva está dedicada a Rivas Cherif, preso en 1943, y se cierra con el último artículo de Valle-Inclán, que defiende a Manuel Azaña ̶ , no es de extrañar que lo borrara en 1943 de la nómina de escritores modernistas, a quienes Valle-Inclán en 1910 había elogiado.

Para finalizar con el análisis de la versión que Madrid ofrece de esta conferencia valleinclaniana, hay que indicar que el periodista catalán introduce una variante textual muy significativa en 1943. Si Valle-Inclán había afirmado en 1910 que el patriotismo de los escritores modernistas era «el de la ascensión» [El Diario Español (6-VII-1910:3)], el periodista exiliado transcribe «su patriotismo no era el de la ascensión». Este cambio tan sustancial solo se entiende en el contexto del exilio republicano de 1943. La “ascensión” que para Valle significaba en 1910 progreso y modernidad para España, Francisco Madrid desde la perspectiva de 1943 la asociaba con el patriotismo conservador, vanidoso y egoísta, la España tradicional de charanga y pandereta, ultracatólica, a la que aludiría Machado en su poema “El mañana efímero”. Frente a esta idea de España, Francisco Madrid antepone el patriotismo basado en la integridad moral y el esfuerzo de cada ciudadano, representado en 1910 por los escritores modernistas mencionados, y en 1943 por los exiliados republicanos españoles contrarios a los valores patrioteros de la España franquista.

La incorporación de estas conferencias argentinas a La vida altiva supone la editio prínceps por así decirlo de las mismas. Francisco Madrid no sigue criterios filológicos como editor, pero con la eliminación de las intervenciones del reseñador o los cambios narrativos de tercera a primera persona entre otros recursos, consigue acercar la palabra de Valle-Inclán al lector de todos los tiempos, desde una perspectiva, como hemos visto, mediatizada por el exilio en 1943. El resultado final es un excelente reportaje, que en muchos momentos deviene crónica, sobre la estancia y el pensamiento del autor gallego en la Argentina de 1910, que se integra a su vez de forma magnífica en la biografía- reportaje que es La vida altiva de Valle-Inclán. 



© Jesús Mª Monge
  abril 2025

BIBLIOGRAFÍA

 

«Adhesión» [30-VII-1936]: La Voz, p. 1.

«Conferencia de don Ramón del Valle-Inclán. El arte de escribir» [26-VI-1910]: La Nación (Buenos Aires), p. 10. 

«Las conferencias de Valle-Inclán. «El arte de escribir» [26-VI-1910]: Diario Español (Buenos Aires), p. 3.

«Las conferencias de Valle-Inclán. “Los excitantes”» [29-VI-1910]: La Nación (Buenos Aires), p. 10.    

«Conferencia de Valle-Inclán. El Modernismo» [6-VII-1910]: La Nación (Buenos Aires) p. 11.

«Conferencias de Valle-Inclán. El Modernismo» [6-VII-1910]: Diario Español (Buenos Aires), p. 3.  

«Cuando Valle-Inclán hablaba en Buenos Aires…» [7-III-1940]: Argentina Libre, p. 8.

«Dos camaradas de América. Hemingway y John Dos Passos» [25-IV-1937]: Ahora, p. 11.

«”Los hijos de los padres que amé tanto”» [17-IV-1937]: La Libertad, p. 1.

«Un gran miserable. Autorretrato de Pérez de Ayala» [3-VI-1937]: La Libertad, p. 1.

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 ________________ [2017]: Conferencias completas de Ramón del Valle-Inclán. Lugo: Axac.




NOTAS


1 Agradezco a Carme Alerm, Unvelina Perdomo y a Juan Varias sus sugerencias durante el proceso de edición y anotación de las conferencias argentinas de Valle-Inclán.

2. Al respecto Amparo de Juan [2007: 186 apud Serrano Alonso, 2017: 51] señala que: «Muchos escritores e intelectuales españoles y europeos daban conferencias en América con la esperanza de engrosar sus recursos económicos, pues según la costumbre local, para acceder a las conferencias había que pagar una entrada. Del dinero recaudado un tanto por ciento iba para el conferenciante. Esta práctica habitual se incrementa en Argentina en 1910».

3. Según Sánchez-Colomer [2002: 235-236] y Serrano Alonso [2017: 48], Valle-Inclán se hizo orador durante esta gira sudamericana de conferencias, pues impartió hasta diecisiete disertaciones entre junio y noviembre de 1910 y a su regreso a España, ya familiarizado con el género oratorio, realizó en 1911 conferencias en Barcelona y Valencia con éxito de público. Serrano Alonso [2017: 58] considera que inauguran hasta finalizar la década el primer ciclo de conferencias valleinclanianas.

4. Cuando ya habíamos entregado la edición anotada de La vida altiva de Valle-Inclán, Mª Carme Alerm, coordinadora de la edición, encontró este texto en la mencionada revista argentina, gracias a la colaboración del investigador argentino Andrés Bisso. Vid. en este mismo número «Don Benito y Ramón del Valle-Inclán»: Un artículo olvidado de Francisco Madrid en la revista Argentina Libre (1943).

5. Sobre este aspecto, González Arrili [1967: 87] rememoraba que «después de su primera conferencia mermó mucho la concurrencia hasta no llegar al centenar de personas» y entre ellas una gran mayoría carlistas con quienes había asistido días antes a «una comida de “tradicionalistas” españoles». Por ello, cobra sentido tanto la alusión de Valle-Inclán en esta conferencia a José María Iparraguirre (1820-1881) – que había vivido en Argentina – carlista, célebre poeta y músico vasco, autor de la letra del Guernikako arbola (El árbol de Guernica), en homenaje a los fueros, así como la lectura del inicio de un capítulo de Gerifaltes de antaño, vol. II de La guerra carlista [Madrid, 2024:221-222].


                                                                                                                                                                                                 El Pasajero, núm. 33, 2025.